martes, 11 de abril de 2017

VIII ESTACIÓN. JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN

VIII- ESTACIÓN: Jesús se encuentra con las mujeres de Jerusalén 

Te adoramos Cristo y te bendecimos porque con tu Santa Cruz has redimido al mundo 
Lo seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por Él. Jesús, volviéndose a ellas dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mi; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos”  (Lc 23, 27-28) 

Es el Cordero de Dios que habla y que, llevando sobre su espalda el pecado del mundo, purifica la mirada de estas hijas ya vueltas hacia Él, pero aún de modo imperfecto. “Que debemos hacer? “parece gritar el llanto de estas mujeres delante del inocente. Es la misma pregunta que la gente había dirigido al Bautista (cfr Lc 3, 10) y que repitieron después  de escuchar a Pedro luego de Pentecostés. La respuesta es simple y precisa: “Convertíos”. Una conversión personal y comunitaria “Rogad los unos por los otros para ser curados”. No hay conversión sin caridad. Y la caridad es el modo de ser de la Iglesia.
De los escritos del Padre Pio: Basta que el alma quiera cooperar con la gracia divina, que su belleza pueda alcanzar tal esplendor y tal belleza, tal cuanto a tal encanto se pueda atraer en ella misma por amor y por estupor, no tanto los ojos de los angelitos pero aquellos pero ellos mismos de Dios, según testimonio de la Sagrada Escritura misma: el rey, o sea Dios, se ha enamorado de tu decoro (Ep II, lett 33,p 227)

Señor Jesús, Tu gracia sostenga nuestro camino de 
conversión para volver a ti, en comunión con nuestros hermanos, hacia los cuales te pedimos darle tus mismas entrañas de misericordia, entraña materna que nos vuelven capaces de probar ternura y compasión los unos por los otros, y de llegar también a la entrega de nosotros mismos por la salvación del prójimo.
Por aquellos que en el mundo son perseguidos a causa de la fe.  

Ave María 

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