DÍA CUARTO:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!
Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
(3 veces)
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA 4. LA MEDALLA, ANUNCIO DEL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN.
Las apariciones de la Virgen junto con la jaculatoria enseñada por el cielo “Oh María, sin pecado concebida” viene a ser un anuncio divino del dogma de la Inmaculada Concepción que será proclamado solemnemente por su S.S. Pío IX, el 8 de diciembre de 1854: “Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles.”
Cuatro años más tarde, en 1858, las apariciones de la Virgen en Lourdes vendrán a confirmar a toda la Iglesia el privilegio de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios, que España y todos los pueblos hermanos de América creyeron firmemente y defendieron con juramento en honor de Nuestra Señora.
Este privilegio de la Inmaculada Concepción no aleja a la Virgen de nosotros, pobres pecadores. Todo lo contrario, nos llena de esperanza y confianza. En la Virgen como en los santos -decía Benedicto XVI- es evidente esto: “Quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos. En nadie lo vemos mejor que en María. A su bondad materna, así como a su pureza y belleza virginal, se dirigen los hombres de todos los tiempos y de todas las partes del mundo en sus necesidades y esperanzas, en sus alegrías y sufrimientos, en su soledad y en su convivencia. Y siempre experimentan el don de su bondad; experimentan el amor inagotable que derrama desde lo más profundo de su corazón.”
Oraciones para terminar todos los días:
(Pida cada uno la gracia que desea alcanzar en esta novena.)
ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN
A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA:
Postrado ante vuestro acatamiento, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, y después de saludaros en el augusto misterio de vuestra concepción sin mancha, os elijo, desde ahora para siempre, por mi Madre, Abogada, Reina y Señora de todas mis acciones y protectora ante la majestad de Dios.
Yo os prometo, Virgen purísima, no olvidaros jamás, ni vuestro culto ni los intereses de vuestra gloria, a la vez que os prometo también promover en los que me rodean vuestro amor. Recibidme, Madre tierna, desde este momento y sed para mí el refugio en esta vida y el sostén a la hora de la muerte. Amén.
Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santa Catalina Labouré, ruega por nosotros.
Santa Bernadita Soubirous, ruega por nosotros.
San Maximiliano María Kolbe , ruega por nosotros.
San Pío de Pietrelcina, ruega por nosotros
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN
A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA:
Postrado ante vuestro acatamiento, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, y después de saludaros en el augusto misterio de vuestra concepción sin mancha, os elijo, desde ahora para siempre, por mi Madre, Abogada, Reina y Señora de todas mis acciones y protectora ante la majestad de Dios.
Yo os prometo, Virgen purísima, no olvidaros jamás, ni vuestro culto ni los intereses de vuestra gloria, a la vez que os prometo también promover en los que me rodean vuestro amor. Recibidme, Madre tierna, desde este momento y sed para mí el refugio en esta vida y el sostén a la hora de la muerte. Amén.
Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santa Catalina Labouré, ruega por nosotros.
Santa Bernadita Soubirous, ruega por nosotros.
San Maximiliano María Kolbe , ruega por nosotros.
San Pío de Pietrelcina, ruega por nosotros
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Fuente: Iglesia del Salvador de Toledo.
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