viernes, 6 de octubre de 2023

4 NOVENA A LA VIRGEN DEL PILAR

 DÍA CUARTO:

Canto: Bendita y alabada sea la hora, en que María Santísima vino en carne mortal a Zaragoza. Por siempre sea bendita y alabada. 

+ En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo, Amen.

Director: Venid y honremos a la Santísima Virgen del Pilar

Todos: Ella es virgen Santa, luz hermosa, claro día, Ella se dignó visitar nuestra patria.

D: Cantemos himnos de honor y de alabanza

T: Ella es la gloria de nuestra raza, la alegría de nuestro pueblo, la esperanza del mundo.

D: Honremos su Pilar, faro resplandeciente, rico presente de amor.

T: Su pilar nos preside de día y de noche. En él tenemos puesta nuestra fortaleza y nuestra confianza.

D: Veneremos su santo nombre, el nombre glorioso del Pilar.

T: Ella escogió esta tierra y la santificó para vivir en ella siempre con nosotros.

D: Gloria al Padre...

T: Como era en el principio...

Rezo del Santo Rosario o la lectura propuesta para este día. Canto del Himno y petición personal.

Pueden hacerse las Preces y Oración que se propone cada día, o terminar con las siguientes aclamaciones y Oración del Pilar.


ACLAMACIONES:

D: Tenemos por guía la Columna que nunca faltó delante del pueblo.

T: Ni de día ni de noche.

D: Invocaban al Señor y Él los oía.

T: Desde la Columna de nube hablaba con ellos.

D: Me pondrá en el alto sobre una piedra y luego levantara mi cabeza sobre mis enemigos.

T: Yo estaré allí delante de Ti sobre la Piedra.

D: Corona De Oro sobre su cabeza, adornada con sello de Santidad.

T: Ornamento de gloria, obra primorosa qué cautiva las miradas.

D: Labraste con esmero un monumento en lugar elevado.

T: Una mansión para Ti en la roca.

ORACIÓN DEL PILAR:

D: Ruega por nosotros santa María del Pilar.

T: Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oremos, Dios todopoderoso y eterno, que en la gloriosa Madre de tu Hijo has concedido una amparo celestial a cuántos la invocan con la secular advocación del Pilar, concédenos, por su intercesión, Fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Canto (himno)

LECTURA PARA EL DIA CUARTO:
María iba reflexionando sobre todas las cosas que había conocido leyendo, escuchando, mirando, y de este modo su fe iba en aumento constante, sus méritos crecían, su sabiduría se hacía más clara y su caridad era cada vez más ardiente. Su conocimiento y penetración, siempre renovados, de los misterios celestiales la llenaban de alegría, la hacían gozar de la fecundidad del Espíritu, atraían hacia Dios y la hacían perseverar en su propia humildad. Porque en esto consisten los progresos de la gracia divina, en elevar desde lo más humilde hasta lo más excelso y en ir transformando de resplandor en resplandor. Bienaventurada el alma de la Virgen que, guiada por el magisterio del Espíritu que habitaba en ella, se sometía siempre y en todo a las exigencias de la Palabra de Dios. Ella no se dejaba llevar por su propio instinto o juicio, sino que su actuación exterior correspondía siempre a las insinuaciones internas de la sabiduría que nace de la fe. Convenía, en efecto, que la sabiduría divina, que se iba edificando la casa de la Iglesia para habitar en ella, se valiera de María Santísima para lograr la observancia de la ley, la purificación de la mente, la justa medida de la humildad y el sacrificio espiritual. 
Imítala tú, alma fiel. Entra en el templo de tu corazón, si quieres alcanzar la purificación espiritual y la limpieza de todo contagio de pecado. Allí Dios atiende más a la intención que a la exterioridad de nuestras obras. Por esto, ya sea que por la contemplación salgamos de nosotros mismos para reposar en Dios, ya sea que nos ejercitemos en la práctica de las virtudes o que nos esforcemos en ser útiles a nuestro prójimo con nuestras buenas obras, hagámoslo de manera que la caridad de Cristo sea lo único que nos apremie. Este es el sacrificio de la purificación espiritual, agradable a Dios, que se ofrece no en un templo hecho por mano de hombres, sino en el templo del corazón, en el que Cristo, el Señor, entra de buen grado.

De los Sermones de san Lorenzo Justiniani, obispo. 

PRECES:

Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:

Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros.

  • Sol de justicia, a quien María Virgen precedía cual aurora luciente,
    haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
     
  • Salvador del mundo, tú que con la eficacia de tu redención preservaste a tu Madre de toda mancha de pecado,
    líbranos también a nosotros de toda culpa.
     
  • Redentor nuestro, tú que hiciste de la inmaculada Virgen María tabernáculo purísimo de tu presencia y sagrario del Espíritu Santo,
    haz también de nosotros templos de tu Espíritu.
     
  • Rey de reyes, que elevaste contigo a tu Madre en cuerpo y alma al cielo,
    haz que aspiremos siempre a los bienes celestiales.
ORACIÓN:
Porque te has complacido, Señor, en la humildad de tu sierva, la Virgen María, has querido elevarla a la dignidad de Madre de tu Hijo y la has coronado de gloria y esplendor; por su intercesión, te pedimos que, a cuantos has salvado por el misterio de la redención, nos concedas también el premio de tu gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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