domingo, 25 de febrero de 2024

12° MEDITACIÓN DE CUARESMA

II DOMINGO DE CUARESMA 

ORACIÓN PARA COMENZAR  TODOS LOS DÍAS: 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:  

“Omnipotente Dios y Señor y Padre mío amorisísimo, yo creo que por razón de tu inmensidad estás aquí presente en todo lugar, que estás aquí, dentro de mí, en medio de mi corazón, viendo los más ocultos pensamientos y afectos de mi alma, sin poder esconderme de tus divinos ojos.  Te adoro con la más profunda humildad y reverencia, desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y os pido perdón de todos mis pecados que detesto con toda mi alma, y os pido gracias para hacer con provecho esta meditación que ofrezco a vuestra mayor gloria… ¡Oh Padre eterno! Por Jesús, por María, por José y todos los santos enseñadme a orar para conocerme y conoceros, para amaros siempre y haceros siempre amar. Amén.”  

Se meditan los tres puntos dispuestos para cada día. 

II DOMINGO DE CUARESMA 

PEDRO DEFIENDE A CRISTO 

1.- Como tuviese Pedro una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del pontífice (1). Dada licencia, echaron mano a Cristo los sayones. Pedro, llevado del celo, pero indiscreto, sin ser mandado, se pone a defender a Cristo, y por su propia autoridad hiere con su cuchillo; con lo cual a sí, a los demás, y aun al mismo Jesucristo ponía en peligro mayor; oponiéndose a todos un hombre solo. Cuan bueno es el celo, tan necesaria es la discreción. Aun de los afectos buenos se debe templar la vehemencia. El celo se ha de juntar con la caridad, para que no se convierta en ira o en venganza. Si te anima el celo de defender el honor de Dios, ejercítalo en ti mismo. Mucho hallaras que herir. Corta en ti lo que no es gloria de Dios. 2.- Vuelve tu espada a la vaina. El cáliz que me dio el Padre no quieres que Yo le beba? (2) Reprende y enseña a Pedro, que el cáliz de la Pasión, aunque se le den los hombres, como ministros, Él lo recibía del Padre, como de primer dador, para, cuya providencia se encamina y rige todo. Nunca has de decir: Este o aquel me aflige, me humilla, me hiere la honra, etc., porque quien te da este cáliz es Aquel mismo que a su Hijo se lo dio tanto mayor. Quitas a Dios la gloria, si atribuyes a la criatura lo que es solo propio de Dios. Él es, y no otro, el que humilla y el que ensalza. Sírvate de consuelo esto, que el que da el cáliz es Padre amantísimo tuyo, que no te quiere dañar, sino aprovechar con Él. Acaso como médico quiere con la bebida amarga curarte de tus dolencias. 3. Y tocando la oreja de Malco le sano (3). El Señor, como si estuviera obligado a resarcir el daño que su ministro había hecho, sana las heridas de aquel que había venido a herir. Vuelve bienes por males. ¡Y que de veces lo hizo así contigo! Ensenándonos que debemos ser benéficos con nuestros perseguidores, dice San Juan Crisóstomo (4). Sana la oreja, necesaria para la fe, y por consiguiente instrumento para otros divinos destellos. ¡Oh, si sanase tu oído interior para tenerle atento a sus divinas inspiraciones! (1) Joan., 18.  (2) Ibíd. (3) Luc., 22.  (4) Hom. 82 in Joan. 

ORACIÓN PARA FINALIZAR  TODOS LOS DÍAS: 

INVOCACIONES AL CORAZÓN DE JESÚS  EN SU PASIÓN. Santa Margarita María de Alacoque:

Humildemente postrado al pie de tu Santa Cruz, te diré con frecuencia, divino Salvador mío, para mover las entrañas de tu misericordia a perdonarme. 

  • Jesús, desconocido y despreciado, R/. Ten piedad de mí. 
  • Jesús, calumniado y perseguido. 
  • Jesús, abandonado de los hombres y tentado. 
  • Jesús, entregado y vendido a vil precio. 
  • Jesús, vituperado, acusado y condenado injustamente. 
  • Jesús, vestido con una túnica de oprobio y de ignominia. 
  • Jesús, abofeteado y burlado. 
  • Jesús, arrastrado con la soga al cuello. 
  • Jesús, azotado hasta la sangre. 
  • Jesús, pospuesto a Barrabas. 
  • Jesús, coronado de espinas y saludado por irrisión. 
  • Jesús, cargado con la Cruz y las maldiciones del pueblo. 
  • Jesús, triste hasta la muerte. 
  • Jesús, pendiente de un infame leño en compañía de dos ladrones. 
  • Jesús, anonadado y confundido delante de los hombres. 
  • Jesús, abrumado de toda clase de dolores. 

¡Oh Buen Jesús! que has querido sufrir una infinidad de oprobios y de humillaciones por mi amor, imprime poderosamente su estima en mi corazón, y hazme desear su práctica. 

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