LUNES SANTO
ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
“Omnipotente Dios y Señor y Padre mío amorisísimo, yo creo que por razón de tu inmensidad estás aquí presente en todo lugar, que estás aquí, dentro de mí, en medio de mi corazón, viendo los más ocultos pensamientos y afectos de mi alma, sin poder esconderme de tus divinos ojos. Te adoro con la más profunda humildad y reverencia, desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y os pido perdón de todos mis pecados que detesto con toda mi alma, y os pido gracias para hacer con provecho esta meditación que ofrezco a vuestra mayor gloria… ¡Oh Padre eterno! Por Jesús, por María, por José y todos los santos enseñadme a orar para conocerme y conoceros, para amaros siempre y haceros siempre amar. Amén.”
Se meditan los tres puntos dispuestos para cada día.
LUNES SANTO
LA SEXTA Y LA SÉPTIMA PALABRA DE CRISTO EN LA CRUZ
1.- Está todo cumplido (1), lo que el Padre me mandó, lo que Yo me encargué de hacer. Cosa divina es perfeccionar lo comenzado. Poca alabanza es el empezar: la mayor llevar lo empezado a su perfección debida. No el que empieza sino el que bien acaba se lleva el premio. Tú, ¿qué de cosas principias? ¿Qué pocas llevas al fin? Imita la constancia de tu Dios, para que puedas decir también en la última hora: Esta todo cumplido: lo que Dios me mandó por sus preceptos, lo que admití por sus consejos, lo que las reglas ordenan, lo que amonestó la gracia. ¡Qué feliz serás entonces! Pero ¡qué lejos aún estas de esto!
2.- Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (2). Pondera las palabras. Padre, que es voz de confianza y amor. Tú no la puedes usar bien, si no vives como hijo amante, reverente y obsequioso. En tus manos, en las que solo hay seguridad y descanso. Para estar en ellas para siempre, arrójate en ellas, mientras vives, por una perfecta resignación de tu voluntad en la divina. Encomiendo mi espíritu, no el cuerpo. Este ya descansa aquí en el lecho de la cruz. Aprende a tener mayor cuidado del espíritu que del cuerpo. Más para que el espíritu pase a las manos de Dios seguramente, mira que el cuerpo debe estar siempre en la cruz. Este sólo es el tránsito seguro; todo otro peligroso
3.- E inclinada la cabeza entregó su espíritu (3). ¡Oh misterio sublime! Dios muere. No podrás alcanzar esto, si primero no comprendes que es lo que puede el amor. Y por ti muere. Mira, hombre, cuánto vales para con Dios. Con verdad dijo el Apóstol (4): Fuisteis comprados con precio grande, que es la muerte de Cristo. ¿Qué le retornarás por no ser ingrato? Tú, pues, inclinada la cabeza con una verdadera humildad, entrégale tu soberbio espíritu. Inclina tu cabeza por la obediencia hasta que se aparte el espíritu. Inclina tu corazón, para guardar sus justificaciones
(5). (1) Joan.,19. (2) Luc., 23. (3) Joan., 19. (4) I Cor., 6. (5) Psalm. 118.
ORACIÓN PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS:
INVOCACIONES AL CORAZÓN DE JESÚS EN SU PASIÓN. Santa Margarita María de Alacoque:
Humildemente postrado al pie de tu Santa Cruz, te diré con frecuencia, divino Salvador mío, para mover las entrañas de tu misericordia a perdonarme.
- Jesús, desconocido y despreciado, R/. Ten piedad de mí.
- Jesús, calumniado y perseguido.
- Jesús, abandonado de los hombres y tentado.
- Jesús, entregado y vendido a vil precio.
- Jesús, vituperado, acusado y condenado injustamente.
- Jesús, vestido con una túnica de oprobio y de ignominia.
- Jesús, abofeteado y burlado.
- Jesús, arrastrado con la soga al cuello.
- Jesús, azotado hasta la sangre.
- Jesús, pospuesto a Barrabas.
- Jesús, coronado de espinas y saludado por irrisión.
- Jesús, cargado con la Cruz y las maldiciones del pueblo.
- Jesús, triste hasta la muerte.
- Jesús, pendiente de un infame leño en compañía de dos ladrones.
- Jesús, anonadado y confundido delante de los hombres.
- Jesús, abrumado de toda clase de dolores.
¡Oh Buen Jesús! que has querido sufrir una infinidad de oprobios y de humillaciones por mi amor, imprime poderosamente su estima en mi corazón, y hazme desear su práctica.
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