... Pero ¿no ha prometido quizás el señor, que él es fiel, y no permitirá jamás que seamos derrotados?
No, Así dice la primera carta a los Corintios: "no habéis sufrido tentación superior a la medida humana y fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas, antes bien con la tentación os dará el modo de poder resistir con éxito."
No, Así dice la primera carta a los Corintios: "no habéis sufrido tentación superior a la medida humana y fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas, antes bien con la tentación os dará el modo de poder resistir con éxito."
Y ¿como no convencerse hermana mía de lo contrario, no está nuestro buen Dios por encima de todos nuestros pensamientos? ¿no está Él más interesado que nosotros en nuestra salvación? cuántas veces nos ha dado la prueba, cuántas victorias ha reportado sobre tus enemigos mucho más poderosos y sobre ti misma, gracias a la asistencia divina, sin la cual habrías irremediable quedado aplastada.
Pensemos en el amor que Jesús nos da y en el celo por nuestro bienestar y quedémonos tranquilos y no dudemos, porque Él nos asistirá siempre con el cuidado más que paterno ante todos nuestros enemigos.
Si dependiese de nosotros el permanecer de pie, entonces no lo estaríamos nunca, ante el primer soplo caeríamos sin esperanza de alzarnos más.
Cuánto más se multipliquen los enemigos, tanto más debes abandonarte con confianza en el Señor y él te sostendrá siempre con su brazo poderoso para que no tropieces.
Antes de que el Señor nos abandone es necesario primero que nosotros lo abandonemos, es necesario primero en definitiva que nosotros le cerremos la puerta de nuestro corazón y también entonces, ¡ay de mí! ¡cuántas veces nos extiende la mano!, ¡cuántas veces detiene nuestra carrera hacia el precipicio!, ¡cuántas veces después de que lo hemos abandonado nos ha recibido amorosamente entre sus brazos!.
Cuánto más se multipliquen los enemigos, tanto más debes abandonarte con confianza en el Señor y él te sostendrá siempre con su brazo poderoso para que no tropieces.
Antes de que el Señor nos abandone es necesario primero que nosotros lo abandonemos, es necesario primero en definitiva que nosotros le cerremos la puerta de nuestro corazón y también entonces, ¡ay de mí! ¡cuántas veces nos extiende la mano!, ¡cuántas veces detiene nuestra carrera hacia el precipicio!, ¡cuántas veces después de que lo hemos abandonado nos ha recibido amorosamente entre sus brazos!.
Cuán bueno es nuestro Dios, sea siempre bendita su mano, que tantas veces alivia nuestros dolores y sana portentosamente nuestras heridas incurables.
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