SÁBADO DE LA V SEMANA DE CUARESMA
ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
“Omnipotente Dios y Señor y Padre mío amorisísimo, yo creo que por razón de tu inmensidad estás aquí presente en todo lugar, que estás aquí, dentro de mí, en medio de mi corazón, viendo los más ocultos pensamientos y afectos de mi alma, sin poder esconderme de tus divinos ojos. Te adoro con la más profunda humildad y reverencia, desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y os pido perdón de todos mis pecados que detesto con toda mi alma, y os pido gracias para hacer con provecho esta meditación que ofrezco a vuestra mayor gloria… ¡Oh Padre eterno! Por Jesús, por María, por José y todos los santos enseñadme a orar para conocerme y conoceros, para amaros siempre y haceros siempre amar. Amén.”
Se meditan los tres puntos dispuestos para cada día.
SÁBADO DE LA V SEMANA DE CUARESMA
LA TERCERA PALABRA A SU MADRE Y A SAN JUAN
1.- Estaba en pie junto a la cruz de Jesús, su Madre (1). ¡Qué dolor, juzgas, sería el de la Madre santísima, que todo su amor tenia únicamente en su Hijo! De Jesús, dice, que no ignoraba ser Dios y hombre. Cerca, mirándole con sus propios ojos. La cruz: los tormentos y la mayor infamia. Y con todo eso, estaba en pie; y con toda su alma ofrecía al Hijo por la salud del mundo. Leo que está en pie, dice san Ambrosio, no leo que llora. Porque el estar en pie, añade Amadeo (2), en aquella amargura de corazón, es argumento de una gran constancia. Aprende lo 1º, a estar constante en las adversidades: 2º, con entendimiento y con razón: 3º, con una firme voluntad. Aprende lo 2º, a no amar cosa alguna de las cosas criadas, aún los espirituales consuelos, de tal modo, que, si quiere Dios y es conveniente para tu salvación, estés luego determinado a perderlos.
2.- Viendo Jesús a su Madre y al Discípulo que estaba en pie, dice a su Madre: Mujer, he ahí a tu Hijo (3). Deja a san Juan en su lugar. Pero, ¡qué comparación hay entre los dos! ¡Qué consuelo puede ser un puro hombre respecto de uno que es Dios! No hay duda que la Santísima Virgen siempre miró a Cristo en San Juan. Aprende tú a reconocer a Cristo en tus prójimos. Así será más firme tu caridad. Más con los superiores en especial será más exacta tu obediencia. Pero, ¿por qué da a Juan a la Madre? 1º. Theofilacto lo atribuye al privilegio de la virginidad. El que era virgen encomendó a la Virgen a un virgen. 2º. Porque él también estuvo constante al pie de la cruz. Tan bueno es, dice el mismo, hacer compañía a Jesús paciente, que eleva a ser hermano suyo. Mira con que cosas puedes ser hermano de Cristo e hijo de la Virgen. Títulos tan hermosos se adquieren con este precio.
3.- Después dice al Discípulo: Ves ahí a tu Madre (4). San Ambrosio, en la Exhortación a las vírgenes, dice: Llamado de Cristo (san Juan) dejó a su padre. A este se le entrega la Virgen, que desconoce a los suyos. ¡Qué consuelo sería el tuyo si se te diese por madre! Pero podrás tenerla si desconoces por amor de Jesús a los tuyos, y te desnudas de todo afecto carnal para con ellos. Puedes hacerte hermano de Jesús, y por consiguiente hijo de María, si en todo te acomodas a la voluntad de Dios. El que hiciere la voluntad de mi Padre, este es mi hermano (5). Recíbela, pues, por tuya, y di: Muestra que eres madre. Pero en correspondencia muestra tú ser su hijo.
(1) Joan., 19. (2) Hom. 5 de Martyr. Virg. (3) Joan., 19. (4) Joan., 19. (5) Matth.12.
ORACIÓN PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS:
INVOCACIONES AL CORAZÓN DE JESÚS EN SU PASIÓN. Santa Margarita María de Alacoque:
Humildemente postrado al pie de tu Santa Cruz, te diré con frecuencia, divino Salvador mío, para mover las entrañas de tu misericordia a perdonarme.
- Jesús, desconocido y despreciado, R/. Ten piedad de mí.
- Jesús, calumniado y perseguido.
- Jesús, abandonado de los hombres y tentado.
- Jesús, entregado y vendido a vil precio.
- Jesús, vituperado, acusado y condenado injustamente.
- Jesús, vestido con una túnica de oprobio y de ignominia.
- Jesús, abofeteado y burlado.
- Jesús, arrastrado con la soga al cuello.
- Jesús, azotado hasta la sangre.
- Jesús, pospuesto a Barrabas.
- Jesús, coronado de espinas y saludado por irrisión.
- Jesús, cargado con la Cruz y las maldiciones del pueblo.
- Jesús, triste hasta la muerte.
- Jesús, pendiente de un infame leño en compañía de dos ladrones.
- Jesús, anonadado y confundido delante de los hombres.
- Jesús, abrumado de toda clase de dolores.
¡Oh Buen Jesús! que has querido sufrir una infinidad de oprobios y de humillaciones por mi amor, imprime poderosamente su estima en mi corazón, y hazme desear su práctica.
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