VIERNES DE LA III SEMANA DE CUARESMA
ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
“Omnipotente Dios y Señor y Padre mío amorisísimo, yo creo que por razón de tu inmensidad estás aquí presente en todo lugar, que estás aquí, dentro de mí, en medio de mi corazón, viendo los más ocultos pensamientos y afectos de mi alma, sin poder esconderme de tus divinos ojos. Te adoro con la más profunda humildad y reverencia, desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y os pido perdón de todos mis pecados que detesto con toda mi alma, y os pido gracias para hacer con provecho esta meditación que ofrezco a vuestra mayor gloria… ¡Oh Padre eterno! Por Jesús, por María, por José y todos los santos enseñadme a orar para conocerme y conoceros, para amaros siempre y haceros siempre amar. Amén.”
Se meditan los tres puntos dispuestos para cada día.
VIERNES DE LA III SEMANA DE CUARESMA
EXAMINA PILATOS A CRISTO
1.- Jesús, pues, se presentó en pie delante del Presidente (1). ¿Quién? Dios, criador de todo, el juez de vivos y muertos. ¿Delante de quién? De un juez malvado. Para ser examinado, aguardando como reo la sentencia. A tanto se abatió la suma santidad e inocencia. Y tú ¿a qué esperas para no abatir tu soberbia? Está Jesús en pie; ¿con qué confusión? Pero también, ¿con qué constancia de ánimo? ¿Con qué modestia? ¿Con qué sumisión? ¿Con qué reverencia al juez, aunque perverso? Aprende lo que debes hacer cuando te humillan, cuando estas delante del superior que te reprende.
2.- Y le preguntó el presidente diciendo: ¿Eres tú rey de los judíos? Dícele Jesús: Tú lo dices (2). Por juego y burla pregunta el presidente: seriamente y con verdad responde Cristo. Como tal le has de creer tú y todos, y tenerle por rey de tu alma: a este te has de ofrecer y tus continuos obsequios para siempre. Y tú, traidor, te has atrevido a tomar a otro por rey de tu alma, y a decir: No quiero que este reine sobre mí? (3) ¿Has osado servir como a reyes a tus depravados afectos? ¡Oh, que crueles te han dominado! Desecha sus estímulos, y diles resueltamente: No serviré. Romperé sus prisiones, y sacudiré de mí su yugo (4).
3.- Respondió Pilatos: Tu gente y pontífices te me han entregado. ¿Qué es lo que has hecho (5)? ¡Yo responderé por ti, Jesús mío! Todo lo hizo, y nada hizo. Lo que es bueno y santo lo hizo todo. Repara en todos sus hechos. Lo que es malo y perverso, ni lo hizo, ni en Él se halla. Por Vos bien sé, Señor, responder. Más si me preguntáis a mí: ¿Qué es lo que has hecho? Aquí paro y me confundo; porque veo cuanto abusé de los talentos que me habéis dado, cuan inútil en mí fue por mi negligencia vuestra gracia. Para que algún día no se me haga esta pregunta tan dura: ¿Qué es lo que has hecho? Antes de hacer alguna obra me preguntaré cuidadosamente a mí mismo: ¿Qué es lo que haces?
(1) Matth., 27. (2) Matth., 27. (3) Luc., 19. (4) Psal., 2. (5) Joan., 18.
ORACIÓN PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS:
INVOCACIONES AL CORAZÓN DE JESÚS EN SU PASIÓN. Santa Margarita María de Alacoque:
Humildemente postrado al pie de tu Santa Cruz, te diré con frecuencia, divino Salvador mío, para mover las entrañas de tu misericordia a perdonarme.
- Jesús, desconocido y despreciado, R/. Ten piedad de mí.
- Jesús, calumniado y perseguido.
- Jesús, abandonado de los hombres y tentado.
- Jesús, entregado y vendido a vil precio.
- Jesús, vituperado, acusado y condenado injustamente.
- Jesús, vestido con una túnica de oprobio y de ignominia.
- Jesús, abofeteado y burlado.
- Jesús, arrastrado con la soga al cuello.
- Jesús, azotado hasta la sangre.
- Jesús, pospuesto a Barrabas.
- Jesús, coronado de espinas y saludado por irrisión.
- Jesús, cargado con la Cruz y las maldiciones del pueblo.
- Jesús, triste hasta la muerte.
- Jesús, pendiente de un infame leño en compañía de dos ladrones.
- Jesús, anonadado y confundido delante de los hombres.
- Jesús, abrumado de toda clase de dolores.
¡Oh Buen Jesús! que has querido sufrir una infinidad de oprobios y de humillaciones por mi amor, imprime poderosamente su estima en mi corazón, y hazme desear su práctica.
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