domingo, 11 de diciembre de 2016

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

¡Alégrate! ¡El Señor está cerca! 
Juan el profeta manda a los suyos a preguntar si Jesús es el Mesías esperado y Jesús responde haciendo referencia a todos los signos que le acompañan, los ciegos ven, los inválidos andan... La humildad y la pequeñez de Juan hacen que el Señor le elogie diciendo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan; sin embargo el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él. 
Sí, el Reino de Dios es de los humildes, de los pequeños que esperan su venida, de los que soportan con paciencia cualquier tribulación por amor a Dios. A esos se manifestará el Señor que hace justicia a los oprimidos y libera a los cautivos.



Padre Pío era de esos pequeños que soportó, con paciencia y con santa obediencia a la Iglesia, todas las tribulaciones que el Señor le quiso mandar.
El humilde fraile italiano había sido bendecido con dones sobrenaturales como la lectura de las almas, los corazones y las mentes, y también fenomenales poderes intercesores por los enfermos para curaciones milagrosas.

Entre 1923 a 1933, el padre Pío pasó diez años aislado del mundo exterior en esta confinación impuesta por la Autoridad Eclesial.
Le prohibía recibir visitas, o que los fieles mantuviesen con él correspondencia epistolar.
No podía pues, ni confesar ni dar dirección espiritual.
Incluso su propio confesor fue apartado de él.
No podía mostrar las llagas, ni hablar de ellas, ni permitir que se las besaran,
La Misa debía celebrarla en privado, sin fieles, sin los muchos hijos de carácter espiritual que para entonces ya tenía. 
Posteriormente llegaron a ponerle incluso micrófonos en el confesionario...

El sufría y sus hijos espirituales también. Pero se mostró siempre obediente.
La respuesta de Padre Pío fue siempre esta:

“Que se haga la voluntad de Dios”… entonces él se cubrió los ojos con las manos, bajó la cabeza y murmuró:

"La voluntad de los superiores es la voluntad de Dios’”


El Padre Pío fue un fraile que observó profundamente los consejos evangélicos (pobreza, castidad y obediencia) en su vida.

Él sufrió las dificultades en silencio como un auténtico Cirineo y al mismo tiempo fue crucificado sin cruz…

Meditemos en estas virtudes de Padre Pío y pidamos al Señor durante esta tercera semana de adviento, que nos conceda paciencia y alegría en la tribulación. Paz y Bien.

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