sábado, 25 de junio de 2022

LA DEVOCIÓN DE PADRE PÍO A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

Padre Pío a sus hijos espirituales les enseñaba a amar a María y saludarla en sus imágenes, diciéndoles: “Te saludo, oh María, saluda de mi parte a Jesús”. 

En sus cartas solía comenzar diciendo: “Jesús y María sean siempre con vosotros y con todos los que los aman con puro corazón."

“Que Jesús y María te conforten y te ayuden”. “Quisiera volar para decir a todas las criaturas que amen a Jesús y María”. “Que Jesús y María reinen en tu corazón y en tu familia”. “Que Jesús y María estén siempre con vosotros y os liberen de todo mal y os consuelen en todas vuestras aflicciones”.

En su habitación tenía una imagen grande de la Virgen que colgaba de la pared a los pies de su cama y mirándola, se dormía como un niño que espera el beso de su madre antes de dormir.

Según el padre Rosario da Aliminusa, el padre Pío era la personificación de la oración. Era un hombre de oración permanente. 

En los pasillos del convento siempre estaba con el rosario en la mano y por las noches, en que casi no dormía, las pasaba también rezando el rosario.

Afirma el padre Tarsicio Zullo que una vez le preguntó al padre Pío cuántos rosarios rezaba cada día y le dijo: Si las cosas van mal, unos 30 rosarios.

Dos días antes de morir, a quien le pedía que le dijera algo, respondía: Amen a la Virgen y háganla amar. Reciten el rosario y recítenlo siempre y recítenlo cuanto más puedan

Una tarde, al ir a acostarse, no encontraba su rosario para rezarlo durante las horas de descanso. Entonces le pidió ayuda al padre Honorato, diciéndole: Dame el arma.

En una oportunidad lo visitó el obispo monseñor Pablo Corta con un oficial del ejercito. El obispo le pidió, bromeando, un billete de entrada al paraíso para el militar y el padre Pío, sonriente, le dijo: sí, sí, para entrar al paraíso es preciso contar con el billete de acceso a María Santísima. Le alargó un rosario y le dijo: Este es el billete para entrar en el paraíso, rézalo.

El padre Eusebio Notte manifestó: Una vez en que me encontraba en su celda con otros hermanos, sonó la campana para ir a rezar el rosario. Los otros hermanos fueron, pero yo me quedé.

Me preguntó por qué no iba y le respondí que aquel día me sentía dispensado, porque había rezado tres rosarios. Y él me dijo: “Yo he rezado cuarenta y si pudiera caminar, iría”

Cuando por parte de algunos católicos, e incluso sacerdotes, se ponían en duda algunos privilegios de la Virgen como su virginidad, su inmaculada concepción o su misión mediadora, el padre Pío sufría de verdad y expresaba su opinión de modo fuerte y rudo.

Cuatro días antes de su muerte le regalaron un arreglo floral por el 50 aniversario de sus llagas. Tomó una rosa y se la entregó a un hijo espiritual con el encargo de llevarla a la Virgen de Pompeya. Aquella rosa, a diferencia de otras, no se marchitó. 

El 23 de setiembre, día de su muerte, el prelado del santuario, monseñor Aurelio Signora, viéndola fresca y perfumada, la colocó entre los recuerdos más queridos del santuario.

A veces repetía: Quisiera tener una voz potente para invitar a todos los pecadores del mundo a amar a la Virgen. Pero como eso no está en mi poder, pediré a mi angelito a cumplir por mí ese oficio.

Del libro: Padre Pío estigmatizado del siglo XX. del P. Angel Peña O.A.R.

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