sábado, 13 de mayo de 2017

LA VIRGEN DE FÁTIMA Y PADRE PÍO

Es bien conocida la devoción filial de Padre Pío a nuestra Madre Santísima en su advocación de la Virgen de Fátima.
El 6 de agosto de 1959, la imagen de la Virgen de Fátima, peregrina en Italia por las capitales de provincia, haciendo una excepción, fue llevada a San Giovanni Rotondo, en consideración al Padre Pío. 

La imagen fue acompañada solemnemente a la iglesia del convento. 

¿Qué es lo que sucedió? Dejamos la palabra a un testigo ocular, el padre Raffaele da Sant’Elia a Pianisi: 
«La iglesia permanece abierta día y noche y está siempre abarrotada de fieles que rezan. El Padre Pío está en cama y reza. Al día siguiente, 7 de agosto, lo bajan a la iglesia, sentado en una silla, y cada tanto se detienen para no cansarlo. Cuando está a los pies de la Virgen, conmovido y con lágrimas en los ojos, la besa con afecto y coloca en sus manos un Rosario bendecido por él; después se le sube porque está cansado y por miedo a un colapso... más de tres meses de enfermedad, de ayuno y de cama... Por la tarde, la Virgen es llevada a la Casa Alivio del Sufrimiento, donde recorre todas las secciones, y, por fin, es subida a la terraza, donde el helicóptero está preparado para partir. El Padre Pío manifiesta su deseo de querer saludarla de nuevo antes de que se marche, y, de nuevo sentado en una silla, es llevado al coro de la nueva iglesia y se asoma a la última ventana de la derecha de quien mira desde la plaza. Entre los “vivas” de una gran multitud de fieles, el helicóptero emprende el vuelo, pero, antes de enfilar la ruta prefijada, da tres vueltas sobre el convento y la iglesia para saludar al Padre Pío. Éste, al ver el helicóptero que se mueve con su Virgen, conmovido, con fe y lágrimas en sus ojos, dice: “Señora, Madre mía, llegaste a Italia y yo quedé enfermo; ahora te vas y ¡me dejas enfermo!”. Dicho esto, baja la cabeza, mientras un escalofrío lo sacude y recorre todo su cuerpo. El Padre Pío ha recibido la gracia y se siente bien. Al día siguiente, aunque casi todos se lo desaconsejan, puede celebrar en la iglesia. 

Por la tarde, llega de forma providencial el doctor Gasbarrini, que lo examina minuciosamente, lo encuentra clínicamente curado y dice a los frailes presentes, entre los que me encontraba yo: “El Padre Pío está bien y mañana puede sin reparo alguno celebrar en la iglesia”.

¡Cuál no fue el júbilo para nosotros y para todo el pueblo! Con rapidez se divulgó la noticia de que la Virgen de Fátima había devuelto la vida al Padre Pío, y desde aquel día él reemprendió todas sus actividades apostólicas: Misa y confesiones, como anteriormente. Hubo alguna voz disonante que quería negar el milagro, pero él decía: “Lo sé yo si estoy o no estoy curado y si ha sido un milagro de la Virgen; soy yo el que debo juzgarlo”

Cuando más adelante contaba este milagro, no podía nunca llegar al final porque comenzaba a llorar».
El Padre Agostino da San Marco in Lamis afirma, en su Diario, que el Padre Pío, encontrándose en su celda con un hermano en religión, «en su simplicidad infantil exclamó: “La Virgen ha venido aquí porque quería curar al Padre Pío”».

San Pío de Pietrelcina enseñaba la piedad mariana a sus hijos espirituales, no sólo de palabra, sino sobre todo con su conducta. De su modo de comportarse nos quedan dos ejemplos admirables.

El primero es el tiempo, desde las 11 a las 12, que pasaba cada día en oración en el matroneo de la iglesia. Con el Rosario en la mano, sentado y con los brazos apoyados en el respaldo del reclinatorio, dirigía miradas llenas de amor a Jesús Sacramentado y a Nuestra Señora de las Gracias, representada en el espléndido mosaico. Los fieles, que abarrotaban el templo, seguían cada movimiento del Padre Pío y quedaban impactados por su fervor y su piedad. A las 12 en punto rezaba el “Ángelus Domini” con los fieles, impartía la bendición y bajaba al refectorio para encontrarse con los otros religiosos. Todos los que lo habían acompañado en el rezo, abandonaban el templo como enjambres de abejas, felices y contentos por haber rezado con un “santo” y haber recibido su bendición. Se sentían más ligeros y se daban prisa para otra cita del día, a fin de estar de nuevo con el “santo” y orar con él.

Esta segunda cita era la función vespertina, oficiada casi siempre por el Padre Pío. Arrodillado en las gradas del altar, delante de Jesús Sacramentado y a los pies de la imagen de Nuestra Señora de las Gracias, recitaba en primer lugar la “Visita a Jesús Sacramentado” y después la “Visita a María Santísima”. ¿Quién no recuerda la conmoción de su voz? ¿Cómo olvidar el “pathos” espiritual y místico que llegaba a crearse en todos los que seguían cada una de sus palabras? 

El punto culminante de la conmoción, en él y en los fieles, tenía lugar cuando el Padre, con un sollozo en la garganta, suplicaba: «Te venero, oh gran Reina, y te doy las gracias por todos los favores que me has concedido hasta el presente, especialmente por haberme liberado del infierno, tantas veces merecido por mí».


Fuente: " La presencia materna de Marìa Santìsima en la vida de Padre Pio" de Fr. GERARDO DI FLUMERI

lunes, 1 de mayo de 2017

PADRE PÍO Y SU DEVOCIÓN A MARÍA

UNA DEVOCIÓN MARIANA DESDE SU INFANCIA
De niño, a Francisco le gustaba entrar en la iglesia de Pietrelcina a saludar a la Virgen de la “Libera”.

En 1901, cuando tenía 14 años, fue a visitar el santuario de nuestra Señora del Rosario de Pompeya con otros 7 compañeros de escuela y acompañados por el maestro Don Ángel. De mayor esta sería otra de sus advocaciones marianas preferidas. 

El 6 de mayo de 1913 escribe al P. Agustín, su director espiritual:
“Esta Madre tan tierna, en su gran misericordia, sabiduría y bondad ha querido verter en mi corazón tantas y tales gracias.
Que, cuando me hallo en su presencia y en la de Jesús, me siento estrechamente unido y ligado al Hijo por medio de esta Madre!”. 


El Padre Pío llamaba el mes de mayo: “el mes de la hermosa Mamita”.

El 1 de mayo de 1912, él escribía a su padre espiritual:
“¡oh el hermoso mes de mayo! El más bonito del año. Si, padre mío ¡este mes nos recuerda muy bien las dulzuras y la belleza de María!

Pensando en los muchos beneficios que me ha hecho esta querida Mamita, tengo vergüenza de mí mismo por no haberla amado y servido lo bastante: en cambio, a sus cuidados afectuosos he respuesto con ingratitudes”

“El mes de mayo para mí es el mes de las gracias y este año espero recibir dos: que me recoja consigo para no seguir viendo esas caras feas (demonios).

La otra, usted la conoce. Quisiera tener una voz poderosa para invitar a todos los pecadores del mundo a amar a la Virgen”

Para mostrar su devoción a la Virgen y obtener más fácilmente sus gracias, él le ofrece sus sacrificios.

El 21 de julio de 1913, escribe al padre espiritual: “Le pido el permiso de abstenerme de la fruta el miércoles en honor de la Virgen” .

Un día Cleonice Morcaldi, su hija espiritual, le preguntó a Padre Pío:
– Padre, ¿la Virgen viene uno que otro día a su celda?
–Mejor dime -contestó Padre Pío- si algún día no viene…

Su amor a la Virgen se expresaba en particular por el rezo del Santo Rosario que llevaba siempre enrollado en la mano o en el brazo, como si fuera un arma siempre empuñada.

Sus cohermanos llamaban a Padre Pío “El Rosario viviente”.

Una vez lo oyeron decir: “quisiera que los días tuvieran 48 horas para poder redoblar los Rosarios”. Todo los dones y prodigios para las almas los obtenía a través del Santo Rosario.

Un día le pidieron sus hijos espirituales les dejara su herencia espiritual. Padre Pío respondió inmediatamente sin pensar siquiera: “El Rosario”.

Y poco antes de la muerte a su amigo y hermano Fray Modestino le dijo: “¡Amen a la Virgen y háganla amar. Reciten siempre el Rosario!”.

Una joven enfermera de Bolonia fue hospitalizada en octubre de 1952 por una forma nefrítica muy grave, necesitando la operación. Una noche le apareció en sueño Padre Pío diciéndole.

”En nombre de la Virgen María tus riñones desde este momento, no sangrarán más” y la avisó que volvería.

La mañana siguiente los médicos la encontraron clínicamente curada y la dieron de alta. Sin embargo ella dijo que los médicos la habían curado.

Se le apreció nuevamente Padre Pío, muy serio, reprochándole su mentira.

“Ha sido la Virgen quien vino a curarte, recuérdate y repíteselo a todo el mundo, porque hay muchas jóvenes de tu edad que se están perdiendo, pero cuando sepan lo que te ocurrió, podrán rehabilitarse”.

Fuente: “Foros de la Virgen María”