Uno de los deberes del sacerdote es la predicación de la Palabra de Dios. Los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, han sido consagrados para predicar el Evangelio. El sacerdote está acreditado oficialmente por la Iglesia para predicar la palabra como maestro. Por eso el obispo, en la ceremonia de ordenación, le dijo: “Recibe el Espíritu Santo”. Cuando el padre Pío llegó a San Giovanni Rotondo, el provincial lo encargó de la educación de unos treinta muchachitos que se preparaban a la vida religiosa capuchina. El superior, el Padre Paulino, nos describe así las ocupaciones en las que empleaba sus horas el padre Pío: “Se dedica a la lectura de libros espirituales, de modo especial a la lectura de la Sagrada Escritura”. Uno de los niños de aquel tiempo, el padre Manuel de San Marco escribió: “La forma de hablar del padre Pío en las conferencias era tan expresiva y conmovedora, que superaba todo lo imaginable, porque todo cuanto decía le salía de su misma vida, de su propio corazón. ¡Con qué dulzura nos hablaba de Jesús, Camino, Verdad y Vida! ¡Con qué ternura se expresaba cuando citaba textualmente las palabras del Señor!” Todos los que conocieron al padre Pío y lo oyeron predicar, afirman que lo hacía con ardor y eficacia.
Antífona: San Pío se mantuvo alegre al compartir los padecimientos de Cristo y, ahora que se ha manifestado su gloria, rebosa de gozo.
V/. Ruega por nosotros Glorioso Padre Pío
R/. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Oremos: Dios todopoderoso y eterno, escucha la oración de tu pueblo, da fuerza a cuantos predican el Evangelio en el mundo y concédenos que así como san Pío de Pietrelcina fue en la tierra un ardiente y humilde predicador de tu palabra, ahora en el cielo sea nuestro poderoso intercesor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Glorioso Padre Pío de Pietrelcina, ruega por nosotros. (x3)
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
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