CIEN REQUIEM POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO

 CIEN REQUIEM:

Para hacer este ejercicio, cada uno puede servirse de un rosario común de cinco decenas, recorriéndolo dos veces para formar las diez decenas, o sea la centena de Réquiem.

Se empieza rezando un Padrenuestro y después una decena de Réquiem en esta forma:

En las cuentas pequeñas:

Dadles, Señor, el eterno descanso y alúmbrales la luz eterna.

En cada cuenta grande se dirá la jaculatoria y ofrenda siguientes:

JACULATORIA

Almas santas, almas purgantes, rogad a Dios por nosotros, que nosotros rogaremos por vosotras para que El os dé la gloria del paraíso.

OFRENDA

Padre eterno, os ofrecemos la sangre, pasión y muerte de Jesucristo, los dolores de la Santísima Virgen y los de San José, por la remisión de nuestros pecados, la libertad de las almas del Purgatorio y la conversión de los pecadores.

En seguida se rezan la segunda y demás decenas de Réquiem sobre las cuentas pequeñas, repitiendo la jaculatoria y la ofrenda sobre cada cuenta grande. Acabadas las diez decenas, o sea la centena de Réquiem, se rezará una Salve y la siguiente oración:

DE PROFUNDIS
Salmo 129 de David

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

Encomendémonos ahora a las almas del Purgatorio y digamos:

¡Almas benditas! nosotros hemos rogado por vosotras que sois tan amadas de Dios y estáis seguras de no poderlo más perder: rogadle por nosotros, miserables, que estamos en peligro de condenarnos para siempre.

¡Dulce Jesús, dad descanso eterno a las benditas almas del Purgatorio!

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