domingo, 23 de diciembre de 2018

¡FELIZ NAVIDAD 2018!

PADRE PIO Y LA NAVIDAD

"El niño celestial les haga escuchar siempre en vuestro corazón todas las santas emociones que me hizo sentir en la bendita noche, cuando fue colocado en un pobre pesebre. Oh, Dios, no sabría cómo expresar todo lo que sentí en el corazón en esta felicísima noche. Sentía mi corazón desbordado de un santo amor hacia nuestro Dios humano."
Padre Pío.


I) La devoción del Padre Pío
El amor del Padre Pío por el niñito está radicado en la esfera franciscana: Como San Francisco, el Padre sentía una fuerte unión con Cristo pobre. Siempre sobre las huellas del Santo de Asís, el misterio de un Dios que se hace un pequeño niño y se entrega en las manos de la humanidad, llenaba de conmoción al Padre Pío - tanto que prefería esta fiesta a la Pascua - y educaba a sus hijos espirituales a acoger la venida de Dios.

El Padre Pío desde pequeño sentía un amor apasionado por la Navidad y, en la parroquia, junto a los otros niños, cada año, preparaba el pesebre con estatuillas modeladas con arcilla y cajitas de cartón iluminadas con luciérnagas verdaderas. La unión con la fiesta del niño Jesús se intensificó con los años: una vez, luego de una abundante nevada en San Giovanni Rotondo, fue al coro muy temprano a la mañana y, después de abrir la ventana, le dijo a un fraile que pasaba cerca que amaba la nieve porque le recordaba la Navidad, la fiesta de Dios, que, haciéndose hombre, entra en la historia de la humanidad.

Hubo un período en el cual el Padre Pío tuvo que vivir la Navidad bajo las armas. Estamos en 1916 y desde Nápoles le escribe al Padre Agostino: “Jesús ha querido también este año hacerme experimentar la amargura de la soledad de los hermanos”. Sin embargo, contó que la tarde de la vigilia de Navidad, otros sacerdotes como él querían celebrar la Santa Misa, pero la hija del sacristán, por no perder tiempo, concedió solo un breve momento de oración. El Padre Pío y sus amigos sacerdotes encontraron una escalinata interna que llevaba a una capillita y, escondidos durante la noche, celebraron el nacimiento del Niño: uno de ellos, hacía guardia, otro decía la Misa y otro servía en el comedor.

Más de una vez el Niñito se manifestó en los brazos del Padre Pío. El Padre Raffaele de San Elías en Pianisi contó: “Estaba bajando a la Iglesia para la Misa de medianoche de Navidad de 1924. El corredor estaba iluminado por una luz a petróleo. En aquella penumbra, vi que también el Padre Pío había salido de su celda y caminaba muy despacio. Estaba envuelto en un halo de luz y llevaba entre los brazos al Niño Jesús. Me quedé inmóvil, sorprendido, parado en la puerta de mi celda. Me arrodillé. El Padre Pío pasó a mi lado, radiante, y ni cuenta se dio de que era yo el que estaba a apenas dos pasos de él”.

También Lucía Iadanza, su hija espiritual, escribió en su diario un simple episodio acaecido la noche del 24 de diciembre de 1922: “Los frailes habían llevado un gran brasero a la sacristía y muchas personas estaban alrededor calentándose. Recitaban el rosario esperando la Misa. El Padre Pío oraba en medio de nosotros. De pronto, en un halo de luz vi aparecer entre sus brazos al Niño Jesús. El rostro del Padre Pío estaba transfigurado, sus ojos vueltos a esa figura luminosa que tenía entre los brazos, los labios abiertos en una sonrisa sorprendida. Cuando la visión se desvaneció, el Padre Pío, por el modo en que yo lo miraba, se había dado cuenta que yo había visto todo. Se me acercó y me dijo que no hablara con nadie”.

Los hermanos recuerdan que el Padre Pío quería que el pesebre estuviese instalado frente a

su confesionario para poder admirarlo constantemente. En la largas horas de confesión, tenía

siempre la mirada dirigida a la estatuilla del Niño Jesús.

II) Text
os útiles
Del Evangelio de Lucas, Lc 2, 8-11 15-20

Y había pastores en la misma tierra, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su ganado. Y he aquí el ángel del Señor vino sobre ellos, y la claridad de Dios los cercó de resplandor; y tuvieron gran temor. Mas el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.
Y aconteció que como los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores dijeron los unos á los otros: Pasemos pues hasta Bethlehem, y veamos esto que ha sucedido, que el Señor nos ha manifestado. Y vinieron apriesa, y hallaron á María, y á José, y al niño acostado en el pesebre. Y viéndolo, hicieron notorio lo que les había sido dicho del niño. Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. Mas María guardaba todas estas cosas, confiriéndolas en su corazón. Y se volvieron los pastores glorificando y alabando á Dios de todas las cosas que habían oído y visto, como les había sido dicho.

Meditación de Padre Pio sobre la Navidad

¡Cuáles y cuántas son, oh cristianos, las enseñanzas que tienen como punto de partida la gruta de Belén! ¡Oh, cómo debe sentirse encendido de amor el corazón de cada uno por el Dios que por nosotros se hizo todo ternura! ¡Oh, cómo deberíamos arder por el deseo de conducir a todo el
mundo a esta humilde gruta, asilo del Rey de los reyes, más grande que el más suntuoso palacio humano, porque es trono y morada de Dios! Roguemos a este Divino Niño que nos revista de humildad, dado que sólo con esta virtud podremos deleitarnos con este misterio lleno de divinas
ternuras. […] Todo esto lo has hecho por amor, nos invitas al amor, sólo nos hablas de amor, no nos das que pruebas de amor.

Oración al Divino Niño recitada por el padre Pío durante el periodo navideño

¡Oh, Divinísimo Espíritu mueve mi corazón para adorar y amar!

Ilumina mi intelecto para contemplar la sublimidad de este gran Misterio de caridad, de un Dios que se hizo Niño.

Enciende mi voluntad para que pueda con ella dar calor al Dios que por mí tiembla sobre la paja.


domingo, 16 de diciembre de 2018

NOVENA AL NIÑO JESÚS

ORACIÓN AL DIVINO NIÑO RECITADA POR EL PADRE PÍO DURANTE EL PERIODO NAVIDEÑO:

"¡Oh divinísimo Espíritu, mueve mi corazón para adorar y amar!
Ilumina mi intelecto para contemplar lo sublime de este gran Misterio de caridad de un Dios que se hizo Niño´
Ilumina mi voluntad para que pueda dar con ella calor al Dios que por mi tiembla sobre la paja. Amén."


NOVENA DE NAVIDAD O DE AGUINALDOS:

Por la señal de la Santa Cruz...

Acto de Contrición:

Jesús, mi Señor y Redentor. Yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón porque con ellos ofendí a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar, y confío en que por Tu infinita misericordia y por los méritos de tu Santa Infancia, me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA:

¡Oh Divino Niño Jesús! Confiando en tu infinita misericordia y bondad, quiero hacer esta novena para presentarte con sencillez mis necesidades espirituales y materiales.

Cuando vivías entre los hombres, conversabas con tu Padre Celestial, en actitud confiada de adoración, alabanza, gratitud y petición. Así quiero que sea mi oración, especialmente en estos días de la novena.

Tú eres nuestro intercesor ante el Padre; Tú pediste por las necesidades de los hombres. Hoy te presento mis propias necesidades. Me acojo también a la intercesión de María, Madre tuya y también mi madre, para que, como Ella, me des fortaleza para aceptar y hacer siempre tu voluntad. Amén.

CONSIDERACIÓN PARA CADA DÍA:..... Día Primero... 

OREMOS


Haz Señor,
que sepamos reconocer la divinidad de tu Hijo
en la humildad de su Encarnación,
y confesar su omnipotencia
en la debilidad de su infancia,
para que, siguiéndolo con sencillez de corazón,
acojamos como niños tu Reino,
y consigamos el premio prometido a los humildes.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que por ser Dios, vive y reina contigo,
en la unidad del Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

Acuérdate, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos tus devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los meritos de mi infancia y nada te será negado”. Lleno de confianza en Ti, ¡oh Jesús!, que eres la misma verdad, vengo a presentarte mis necesidades.

Ayúdame a llevar una auténtica vida cristiana, para conseguir una eternidad feliz. Por los méritos infinitos de tu encarnación y de tu infancia, concédeme la gracia que te estoy pidiendo (aquí se expresa el favor que se quiere alcanzar). Me entrego a ti, oh Niño Omnipotente, seguro de que escucharás mi súplica y me fortalecerás en la esperanza. Amén.

CONSIDERACIONES PARA CADA DÍA DE LA NOVENA:

DÍA PRIMERO: EL AMOR DEL NIÑO JESÚS A SU PADRE CELESTIAL

"...y se oyó del cielo esta voz: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo puestas todas mis delicias". (Lc. 3, 22)

El amor con el cual el Niño Jesús ama a Dios su Padre, es el amor más ardiente, el más puro, el más perfecto; un amor superior a todo lo que podemos imaginar.
Él ama plenamente. Lo ama constantemente y sin interrupción. Todo lo que ama, no lo ama sino por su Padre.
Éste es, pues, el amor con el cual debo conformar el mío.

¡Oh dulcísimo Niño Jesús! Sólo Tú amas al Padre de los cielos con un amor infinito; pero con tu ayuda, quiero de aquí en adelante, amarlo con toda mi alma, con todas mis fuerzas y con todo mi corazón. Amén.

DÍA SEGUNDO: CELO DEL NIÑO JESÚS POR LA GLORIA DE DIOS

...Y el Niño Jesús les dijo: ¿No sabían que yo debo emplearme en las cosas que miran al servicio de mi Padre? (Lc. 2, 49)

Ninguna criatura ha deseado jamás con más ardor alguna cosa, como deseó el Niño Jesús glorificar a su Padre Celestial. Jesús vivió y se esforzó desde su más tierna edad, en hacerlo conocer, adorar, servir y amar; esta gloria era el único objeto de sus anhelos. Por ello, a la edad de doce años, se quedó en el templo de Jerusalén, dialogando con los maestros de la Ley, sin que lo supieran sus padres.

¡Oh, mi querido Niño Jesús! Enciende en mi alma ese fuego divino; destruye de mi corazón el amor propio y de todo lo que no sea Dios o a Dios no se refiera, y que sólo conserve afectos para lo que puede serle agradable y procurarle gloria y amor. Amén.

DÍA TERCERO: AMOR DEL NIÑO JESÚS A SU MADRE SANTÍSIMA

"María conservaba todas estas cosas dentro de sí, meditándolas en su corazón". (Lc. 2, 19).

Después del amor a su eterno Padre, es María, su Madre, el más ardiente y tierno amor del Niño Jesús, el dulce objeto de sus eternas complacencias. Ella es la virginal doncella que desde siempre eligió para madre suya, colmada desde el primer instante de su ser natural con la plenitud de todos sus dones y gracias divinas. Es la "llena de gracia", porque está llamada a ser la Madre purísima del Verbo Encarnado. Por tanto, si queremos agradar al Divino Niño Jesús, amemos y honremos a María.

¡Oh mi amado Jesús Niño! graba en mi alma la semejanza con tu querida Madre, y concédeme la gracia de encomendarme siempre a Ella y de amarla con los mismos sentimientos filiales de tu divino corazón. Amén.

DÍA CUARTO: AMOR DEL NIÑO JESÚS A SAN JOSÉ, SU PADRE ADOPTIVO

"...Y vino a Nazaret: y les estaba sujeto". (Lc. 2, 51).

Ciertamente que el esposo de María no era el padre natural de Jesús sino la sombra en la tierra de su Padre Celestial. Por ello, el Niño Jesús le profesó a José respeto, veneración y un filial amor.

Amor que se manifestó especialmente en la obediencia. El Evangelio nos cuenta que "les estaba sujeto". Con eso lo dice todo. Durante toda su vida oculta, Jesús es conocido como "el hijo del carpintero". El ayudante capaz y laborioso en el taller de Nazaret, el hijo sumiso a las enseñanzas y normas de su padre legal, a quien llamó con el dulce nombre de papá.

En su infancia, José fue todo para Jesús: su guardián y custodio, pues, recién nacido, lo sabrá defender de Herodes y sus secuaces. Luego será su guía y maestro que lo inicia en la vida religiosa y social de Israel, que le enseña a leer las Sagradas Escrituras.
José, como todo padre judío, supo enseñar a Jesús, desde muy niño, a orar con los salmos, como lo hacían todos los niños israelitas; con paciencia paternal lo fue introduciendo en los usos, costumbres y tradiciones del pueblo de Israel.

Jesús supo retribuirle con inmenso amor y gratitud todos sus cuidados solícitos y estuvo junto a José "sometido a su autoridad paternal hasta que el Santo Patriarca tuvo la dicha de morir en los brazos de Jesús y María.

¡Oh mi adorable Niño Jesús! Regálame la gracia de amar intensamente a San José, el árbol que no dio fruto, pero sí la sombra que te cobijó en la tierra y ahora lo glorificas en el cielo. Que yo también tenga la gracia de pasar de este mundo a la eternidad, asistido por Ti y tu Madre Santísima.

DÍA QUINTO: AMOR DEL NIÑO JESÚS PARA CON LOS HOMBRES

Dice Jesús: "Como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros". (Jn. 13, 34).

Todas las acciones del Niño Jesús cuando vivía en Nazaret con su Santísima Madre y el patriarca San José, tuvieron por principio, después de la gloria de su Padre, el amor universal, el amor a los hombres.

En efecto, este amor fue el que lo obligó a dejar su gloria para revestirse de nuestra pobre y mortal naturaleza, y llevar una vida oscura, sometida a extrema pobreza y a toda clase de privaciones, fatigas y persecuciones, hasta morir en una cruz, y todo lo aceptó y sufrió con gusto para hacernos eternamente felices.

¡Oh mi adorable Niño Jesús! Tan amante y tan poco amado... Perdona mis olvidos y los del mundo ingrato que no piensa en Ti. Tu corazón dulcísimo que tanto ha amado a los hombres, sólo ha recibido de ellos ofensas e ingratitudes. Por este corazón herido por nuestros pecados, haz que en adelante no tenga corazón sino para amarte a Ti que eres mi único y sumo Bien. Amén.

DÍA SEXTO: SUMISIÓN DEL NIÑO JESÚS A LA VOLUNTAD DEL PADRE CELESTIAL

Dice Jesús: "Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre que me ha enviado hasta llevar a cabo su obra de salvación". (Jn. 4, 34).

El Niño Jesús no tuvo jamás otro anhelo que el de cumplir la voluntad de Dios su Padre; a Él ofreció el sacrificio de su corazón, rendido en todo a sus órdenes, y el sacrificio fue cumplido perfectamente hasta exhalar, por obediencia, el último aliento sobre la cruz.

El Niño Jesús llamaba su alimento la obediencia a la voluntad del que lo había enviado.

¡Oh amabilísimo Niño Jesús, que eres la santidad y la bondad misma! Te amo, y quiero constantemente estar unido a Ti. Deseo con todo mi corazón que tu santísima voluntad se cumpla en mí, en todos los instantes de mi vida. Amén.

DÍA SÉPTIMO: EL AMOR DEL NIÑO JESÚS AL SUFRIMIENTO

Jesús le dijo: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". (Mt. 8, 20).

El Niño Jesús, a quien se debe todo honor y amor en sumo grado, como el Unigénito del Padre que es, el Dios de la gloria, la inocencia y santidad misma, y que viniendo a la tierra pudo haber escogido una manera de vivir más feliz, según el mundo, con todo eso escogió para cuna un pesebre. Fue tan pobre mientras vivió que, en palabras suyas, "no tuvo dónde reclinar la cabeza"; toda su vida fue cruz y martirio perpetuo hasta morir entre las ignominias y los más crueles tormentos. Pero, el pensar que sus penas nos salvarías, le hizo no sólo soportable sino amable el padecer.

¡Oh amabilísimo Niño Jesús!, quiero por tu amor tener mi corazón dispuesto a hacer todos los sacrificios que exijas de mí, sabiendo que esos sacrificios me purificarán el corazón y me acercarán a Ti. Jesús, mi dulce amor, hiere e inflama mi corazón para que siempre arda de amor por Ti.

DÍA OCTAVO: HUMILDAD DEL NIÑO JESÚS

Entonces dijo Jesús: "...aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón". (Mt. 11, 29).

El Niño Jesús fue humilde de corazón. Humilde en su nacimiento, humilde en su infancia, humilde en toda su vida, no queriendo ser reconocido sino como el hijo de un sencillo artesano, "el hijo del carpintero". Más tarde, cargado de oprobios delante de los tribunales de Jerusalén, rodeado de verdugos y calumniadores, no permitió a su corazón el más ligero desahogo.

¡Oh Santísimo Niño Jesús, mi único Modelo, manso y humilde de corazón! Dadme la gracia para que, a ejemplo tuyo, sea también manso y humilde de corazón en todas las penas, enfermedades y contrariedades que en adelante me sobrevengan. Amén.

DÍA NOVENO: BONDAD Y DULZURA DEL NIÑO JESÚS

"El Niño Jesús crecía y se fortalecía; estaba lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él". (Lc. 2, 40).

"Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en aprecio ante Dios y ante los hombres". (Lc. 2, 52).

La bondad y dulzura fueron siempre las principales características del Divino Niño. ¡Con qué encantadora bondad y dulzura recibió a los pastores en la gruta de Belén, y a los magos... y más tarde en Nazaret, era tan atractiva la celestial irradiación de su bondad y la celestial dulzura de su hermoso rostro y divina mirada, que cautivaba a cuantos le conocían, los cuales llenos de confianza y admiración se decían unos a otros: "Vayamos a ver al hijo de José y María".

Adorable Niño Jesús, mi único tesoro... dígnate, dulce Bien mío, derramar sobre mi corazón, con la unción de tu gracia, la dulzura y bondad de tus sentimientos divinos, y por los méritos infinitos de tu Santa Infancia, regálame la gracia de un día contemplar tu hermoso Rostro en el cielo. Amén.

viernes, 2 de noviembre de 2018

DEVOCIÓN A LAS ALMAS DEL PURGATORIO. MES DE NOVIEMBRE

SÚPLICAS A MARÍA POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO
Oh Dios, que nos perdonas y deseas la salvación de todos los hombres, imploramos tu clemencia para que por la intercesión de María Santísima y de todos los santos concedas a las almas de nuestros hermanos, parientes y bienhechores que han salido de este mundo, la gracia de llegar a la reunión de la eterna felicidad. 

Oh Santísima Virgen María, Reina del purgatorio, venimos a depositar en tu Corazón Inmaculado una plegaria en favor de las benditas almas que sufren en el lugar de expiación. Dígnate escucharla benignísima Señora, si es esta tu voluntad y la de tu Santísimo Hijo. Amén.
1) Oh María, Reina del Purgatorio, os ruego por aquellas almas por las cuales tengo o pueda tener alguna obligación, sea de caridad o de justicia. 
Avemaría. 
Réquiem aeternam dona eis Domine, et lux perpetua luceat eis.

2) Oh María, Reina del Purgatorio, os ruego por las almas más abandonadas y olvidadas por las cuales nadie ruega. Vos oh Madre, que os acordáis de ellas, aplicadles los méritos de la Pasión de Jesús, vuestros méritos y los de todos los Santos, y encontraran saludable refrigerio. 
Avemaría.
Réquiem aeternam dona eis Domine, et lux perpetua luceat eis. 

3) Oh María, Reina del Purgatorio, os ruego por aquellas almas que han de salir más pronto de aquel lugar de penas, para que cuanto antes vayan a cantar en vuestra compañía las eternas misericordias del Señor. 
Avemaría.
Réquiem aeternam dona eis Domine, et lux perpetua luceat eis.  

4) Oh María, Reina del Purgatorio, os ruego de una manera especial por aquellas almas que han de estar más tiempo  padeciendo y satisfaciendo a la divina justicia. Tened compasión de ellas, ya que no pueden merecer sino sólo padecer, abreviad sus penas y derramad sobre las mismas el bálsamo de vuestro consuelo.
Avemaría. 
Réquiem aeternam dona eis Domine, et lux perpetua luceat eis. 

5) Oh María, Reina del Purgatorio, os ruego de un modo especial por aquellas almas que más padecen. Es verdad que todas sufren con resignación, pero sus penas son atroces y no podemos imaginarlas siquiera. Interceded por ellas, y Dios escuchará nuestras plegarias.  
Avemaría. 
Réquiem aeternam dona eis Domine, et lux perpetua luceat eis. 

OREMOS:

¡Oh Virgen! te pedimos que así como nosotros nos acordamos de las almas del purgatorio, se acuerden también de nosotros los demás, sí hemos de ir allá a satisfacer por nuestros pecados. En ti oh Madre, ponemos toda nuestra confianza de hijos y sabemos que no hemos de quedar defraudados. amen.

ACTO DE CARIDAD EN FAVOR DE LAS ALMAS BENDITAS DEL PURGATORIO
Este acto de calidad llamado heroico es muy agradable a Dios Nuestro Señor y consiste en hacer donación del valor satisfactorio de todas nuestras obras así como de las indulgencias ganadas en favor de las benditas Almas del Purgatorio.

OFRECIMIENTO:

Omnipotente y sempiterno Señor, yo os ofrezco espontáneamente y pongo el manos de nuestra piadosísima Madre y Señora la Santísima Virgen María, todas mis obras satisfactorias propias y particulares, en vida, en muerte y después de mi muerte para que la Santísima Virgen las aplique a quienes ella más quisiere del purgatorio. Amen.

PADRE PÍO Y LAS ALMAS DEL PURGATORIO

LAS ALMAS DEL PURGATORIO 

Muchos difuntos se le aparecían para pedirle ayuda y él oraba mucho por las almas del purgatorio.
Cuando el padre Pío estaba en su pueblo de Pietrelcina por razón de enfermedad, el sacerdote que había sucedido al arcipreste Caporaso había notado en diferentes días que su predecesor ya difunto, estaba arrodillado detrás del altar. Lo mismo observó la mujer del sacristán, cuando por la mañana iba a la iglesia, pues veía un sacerdote celebrar la misa. El padre Pío también lo vio, pero no le dio importancia, pensando que era un sacerdote que había ido a rezar. Después de un mes, apenas terminada la misa, el difunto le dice al arcipreste: Ahora puedes estar tranquilo, pues ya no vendré más. Pero qué caro cuesta hacer la procesión del Corpus después de la Misa, sin hacer la acción de gracias. El arcipreste le contó al padre Pío que, cuando vivía el padre Caporaso, con frecuencia, apenas terminada la Misa, se iba a la farmacia que estaba junto a la Iglesia sin hacer la acción de gracias. 

En otoño de 1917, una tarde el padre Pío se sentó junto al fuego, porque estaba cansado y empezó a rezar el rosario. Se adormeció y, al despertarse, encontró un anciano junto al fuego envuelto en un capote. El padre Pío le preguntó: 
 - Tú ¿quién eres y qué haces? 
- Yo soy tal y tal, que murió quemado en este convento y estoy aquí para descontar mi purgatorio. 
 El padre Pío le prometió celebrar la Misa del día siguiente por él y le pidió que no se hiciera ver más. Un día refirió este suceso al padre Paolino. El padre Paolino fue a la alcaldía y encontró que, ciertamente, había muerto quemado en el convento un anciano de nombre N.N. todo tal como lo había contado el padre Pío. Se refería a Pietro Di Mauro, que había muerto quemado el 8 de setiembre de 1908. 

El padre Marcelino cuenta que oyó más de una vez al mismo padre Pío lo siguiente: Una noche me quedé a orar en el coro y, en cierto momento, oí ruido de candeleros proveniente del altar mayor. Pensé que algún hermano estaba en la iglesia, pero, continuando aquellos ruidos, pregunté: 
 - ¿Quién es? 
- Soy un novicio que descuento mi purgatorio, haciendo la limpieza del altar mayor, porque la descuidé cuando debí hacerla. Ore por mí. 
Después de unos momentos, salí del coro para acompañar a los hermanos que estaban calentándose en el fuego común, pero, apenas comencé a bajar las escaleras, encontré un joven desconocido. Sentí que era el novicio que me había hablado. Me dijo solamente: “Gracias”. Y desapareció. 

El 29 de diciembre de 1936 moría el padre Giuseppantonio. El padre Pío sabía que estaba muy grave. El día 30 el padre Pío lo vio en su habitación y le preguntó: 
 - ¿Cómo? ¿Me han dicho que estás gravemente enfermo y estás aquí? 
- Ya se me han pasado todas las enfermedades. Y desapareció. 

En diciembre de 1937, una semana después de la muerte del provincial Bernardo 
D´Alpicella, por tres tardes consecutivas se le apareció al padre Pío que estaba en el coro. Vio que del altar de la Inmaculada de la Iglesia de san Giovanni Rotondo regresaba a la sacristía. 

El padre Pío hablaba también de otras almas que se le aparecían para pedirle sufragios o para decirle que ya habían sido liberadas del purgatorio.

Fray Modestino declaró en el Proceso de canonización: El padre Pío me habló sobre la muerte de mi padre y me dijo: “Tu padre está en el purgatorio y tiene necesidad sufragios”. 

Sobre la suerte del padre Guido afirmó: “Ni siquiera ha estado en el purgatorio, está ya en el paraíso”. Este padre había sufrido dos meses sin lamentarse de un dolorosísimo tumor al pulmón. 

El padre Pierino Galeone certificó en el Proceso, que un día se le presentó una madre cuyo hijo había desaparecido en Rusia, pidiéndole que le preguntara al padre Pío si su hijo estaba vivo. El padre Pío con lágrimas en los ojos respondió: Dile a la madre que yo mismo lo he acompañado al paraíso. Ella explotó en llanto, pero poco a poco se serenó y esperó a que pasase el padre Pío para agradecerle y besar su mano. 

El mismo padre Pierino refiere: En 1948 alguien me preguntó sobre su hermana difunta. El año anterior el padre Pío había dicho que estaba todavía en el purgatorio, pero en esta oportunidad me respondió que ya estaba en el cielo. 

El padre Nazareno certificó: Una vez una persona muy cercana al convento me pidió que le preguntara al padre Pío sobre la suerte de un hijo que estaba en la guerra. El padre Pío respondió que ya se encontraba en la gloria de Dios. 

Pero no todo eran buenas noticias. A una viuda de san Severo, que había mandado preguntar al padre Pío sobre la suerte eterna de su esposo, que se había suicidado, respondió: No hay ninguna esperanza. 

Positio III/1, p. 864. 220 Positio III/1, p. 805. 
Positio III/1, p. 803. 222 Positio II, p. 347. 223 Positio III/1, p. 802. 

224 Positio III/1, p. 803. 225 Positio II, p. 133. 226 Positio II, p. 1105. 227 Positio II, p. 1105. 228 Positio I/1, p. 556. 229 Positio II, p. 96.

Del libro: Padre Pío estigmatizado del siglo XX. Padre Ángel Peña O.A.R. Lima, Perú.

miércoles, 3 de octubre de 2018

OCTUBRE MES DEL ROSARIO

NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE POMPEYA


Nuestro Grupo de Oración de Padre Pío, Nuestra Señora del Rosario, reza ininterrumpidamente esta novena con una Capilla imagen de San Pío de Pietrelcina perteneciente al Grupo y que va pasando de un miembro a otro cada nueve días. Era una de las devociones de San Pío que en sus Epistolarios recomendaba rezar a sus hijos espirituales. Este mes de una manera mucho más especial añadiendo las oraciones que nos ha pedido el Papa Francisco. 
Escrita por el Beato Bartolo Longo, indulgenciada por el Papa León XIII y que recomendaba siempre rezar San Pio de Pietrelcina. 

También en audio en el siguiente enlace:
AUDIO: https://1drv.ms/u/s!Aid8xA5y_CkZpQrYUuP711xK7YQ5

Por la Señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor Dios nuestro. + En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN INICIAL:

¡Oh Santa Catalina de Siena, mi protectora y maestra! Tú que proteges a tus devotos cuando rezan el Rosario de María, asísteme en este instante, y dígnate rezar conmigo la Novena en honor de la Reina del Rosario, que ha colocado el trono de sus favores en el Valle de Pompeya, para que por tu intercesión obtenga yo la gracia que deseo. Así sea.

Luego se dice:
V. Dios, venid en mi ayuda.
R. Señor apresuraos a socorrerme.
V. Gloria al Padre y al hijo y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre y por todos los siglos de los siglos. Así sea.

ORACIONES PARA TODOS LOS DÍAS:

I.
¡Oh Virgen Inmaculada y Reina del Santo Rosario! en estos tiempos en que, apagada la fe en las almas, domina la impiedad, has querido levantar tu trono de Reina y Madre sobre la antigua Pompeya, morada de muertos paganos y desde aquel lugar, donde eran adorados los ídolos y demonios, Tú hoy, cual Madre de la divina gracia, derramas por doquiera los tesoros de las celestiales misericordias; ¡ah! desde aquel trono donde reinas vuelve, también a mí, oh María, esos tus ojos benignos, y ten piedad de mi, que tanto necesito de tu socorro. Muéstrate también conmigo cual te mostraste con tantos otros, verdadera Madre de misericordia, “Monstra te esse Matrem”, mientras de todo corazón Te saludo e invoco por mi Soberana y
por Reina del Santísimo Rosario. Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia.

II.
Mi alma rendida al pie de tu trono, oh grande y gloriosa Señora, te venera entre los gemidos y angustias que sobremanera la oprimen. En medio de las penas y agitaciones en que me hallo, levanto confiado los ojos hacia Ti, que te dignaste elegir para tu morada las campiñas de pobres y desamparados labriegos; y que frente a la ciudad y anfiteatro de deleites paganos, en donde reinan el silencio y las ruinas, cual Señora de las Victorias elevaste tu poderosa voz llamando de todas partes de Italia y del mundo católico a tus devotos hijos para que te levantasen un templo. ¡Oh! apiádate finalmente de está alma que yace aletargada bajo el polvo y las sombras de la muerte! Ten piedad de mi, ¡oh! Señora; ten piedad de mí que me hallo abrumado de miserias y humillaciones. Tú que eres exterminio de los demonios defiéndeme de los enemigos que me asedian. Tú que eres el Auxilio de los cristianos, sácame de las tribulaciones en que me hallo sumido. Tú que eres nuestra vida, triunfa de la muerte que amenaza mi alma en los peligros a que se halla expuesta. Devuélveme la paz, la tranquilidad, el amor, la salud. Así sea. Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia.

III.
¡Ay!… el oír que tantos han sido colmados de favores sólo porque a Ti acudieron con fe, me infunde nuevo aliento y valor para llamarte en mi socorro. Tú prometiste a Santo Domingo que el que deseara gracias las obtendría con tu Rosario; y yo con el Rosario en la mano, te llamo, oh
Madre, al cumplimiento de tus maternales promesas. Aún más: Tú misma, oh Madre, has obrado continuos prodigios para excitar a tus hijos a que te levantaran un templo en Pompeya. Tú, pues, quieres enjugar nuestras lágrimas y aliviar nuestros afanes; y yo con el corazón en los labios, con fe viva te llamo e invoco: ¡Madre mía! ¡Madre querida! ¡Madre bella!… ¡Madre dulcísima, ayúdame! Madre y Reina del Santo Rosario, no tardes más en tender hacía mí tu poderosa mano y salvarme; porque la tardanza, como ves, me llevaría a la ruina. Dios te salve, Reina y Madre de misericordia.

IV.
¿Y a quién he de acudir yo sino a Ti, que eres el alivio de los miserables, el refugio de los desamparados, el consuelo de los afligidos? ¡Ah, si; lo confieso: abrumada miserablemente mi alma bajo el enorme peso de las culpas, no merece más que el infierno y es indigna de recibir tus favores! Mas, ¿no eres Tú la esperanza de quién desespera, la poderosa Medianera entre Dios y el hombre, la Abogada ante el trono del Altísimo, el Refugio de los pecadores? ¡Ah, basta que digas una sola palabra en mi favor a tu divino Hijo, para que El te escuche! Pídele, pues, oh Madre, la gracia que tanto necesito… (se pide la gracia que se desea). Sólo Tú puedes obtenérmela. Tú que eres mi única esperanza, mi consuelo, mi alegría, mi vida. Así lo espero, así sea. Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia.

V.
¡Oh Virgen y Reina del Santo Rosario! Tú que eres la Hija del Padre celestial, la Madre del Hijo divino, la Esposa del Espíritu Santo; Tú que todo lo puedes ante la Trinidad Santísima, debes obtenerme esta gracia para mi tan necesaria, a no ser que sea de obstáculo para mi eterna salvación… (aquí se especifica la gracia que se desea). Te la pido por la Concepción Inmaculada, por tu divina Maternidad, por tus gozos, por tus dolores, por tus triunfos. Te la pido por el Corazón de tu amoroso Jesús, por aquellos nueve meses que lo llevaste en tu seno, por los trabajos y sinsabores de su vida, por su acerba Pasión y Muerte de Cruz, por su santísimo Nombre y por su sangre preciosísima. Te la pido, finalmente, por tu dulcísimo Corazón, por tu glorioso Nombre, ¡oh María! que eres Estrella del mar, Señora
poderosísima, Puerta del paraíso y Madre de todas las gracias. En Ti confío.., todo lo espero de Ti: Tú me has de salvar. Así sea.

ORACIÓN FINAL:

«Sub tuum praesidium confugimus Sancta Dei Genitrix. Nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus, sed a periculis cunctis libera nos semper, Virgo Gloriosa et Benedicta».

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te presentamos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!. Amén.

V. Hazme digno de alabarte, oh Virgen Sagrada.
R. Dame fortaleza contra tus enemigos.

V. Ruega por nosotros, Reina del Santísimo Rosario.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oración. Oh Dios, cuyo Hijo Unigénito con su vida, muerte y resurrección nos adquirió el premio de la salvación eterna, concédenos, os suplicamos, que meditando estos misterios en el Santísimo Rosario de la bienaventurada
Virgen María, imitemos las virtudes que contienen y alcancemos los bienes que prometen. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Así sea.

Que Dios nos conceda a todos, por la intercesión de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, las Gracias que necesitamos, pero que se cumpla ante todo y siempre Su Santa Voluntad. Amén.

SANTO ROSARIO... +

ORACION A SAN MIGUEL ARCANGEL DEL PAPA LEON XIII:

«Sancte Michael Archangele, defende nos in proelio; contra nequitiam et insidias diaboli esto praesidium. Imperet illi Deus, supplices deprecamur: tuque, Princeps militiae caelestis, Satanam aliosque spiritus malignos, qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo, divina virtute, in infernum detrude. Amen».

[San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén].

jueves, 20 de septiembre de 2018

HOY SE CUMPLEN 100 AÑOS DE LA ESTIGMATIZACIÓN PERMANENTE DE PADRE PÍO

MAÑANA DEL 20 DE SEPTIEMBRE DE 1918
Parecen interminables los 6 meses últimos de 1918. Tan alarmantes eran las noticias que angustiaban a Italia y Europa, teñidas de sangre, en la Primera Guerra Mundial. La paz que va a ser firmada en Versalles, dejará tras de sí un río de sangre por la violencia. 

Sobre el Gargano no trepidaba la guerra. Con todo no faltaron sufrimientos producidos por ella también San Giovanni Rotondo enclavado pacíficamente en las estribaciones del Gargano tuvo sus caídos, sus heridos y prisioneros. Entre el servicio militar y otras prestaciones habían dejado vacíos los conventos de la provincia capuchina de Foggia. 

En el de San Giovanni Rotondo habían quedado tres frailes: el superior P. Paulino de Casacalenda, el Padre Pío, enfermo de la epidemia de peste, que le obligó a guardar cama del 5 al 17 de septiembre y Fray Nicolás de Roccabascerana, limosnero. 
            
Llegó el 20 de septiembre. La fiesta de la impresión de las llagas de San Francisco se había celebrado tres días antes, el 17 de septiembre. Faltaban 44 días para que terminase la Gran Guerra, poniendo fin a tanto derramamiento de sangre. 

                     
En la mañana de aquel 20 de septiembre el convento estaba más vacío que nunca. El superior se encontraba en San Marcos en Lamis, con el fin de preparar la fiesta del apóstol San Mateo. Fray Nicolás, el limosnero había salido con las alforjas al hombro a pedir. Sólo quedaba el Padre Pío el cual una vez terminada la Misa, mientras sus estudiantes se encontraban en el patio en la hora de recreo, permanecía en el coro en oración... El padre arrodillado en el coro, ocupaba el sitio reservado al vicario. Delante tenía un crucifijo izado sobre la balustrada del reducido coro, desde el cual se ve la capilla del presbiterio. 


Aquel crucifijo es de madera de ciprés. El desconocido escultor del siglo XVII, poco preocupado por las proporciones anatómicas consiguió dar al Cristo moribundo una expresión dolorosa, aunque un tanto ruda.
                   
A la sangre vertida en la Gran Guerra, el llanto de los que mueren y de los que sobreviven a la epidemia, a la sangre chorreante de ese crucifijo de madera, se suma otra sangre: sangre viva, sangre caliente. No hubo ningún testigo del hecho. El Padre Pío estaba solo. Es el único que nos lo puede contar. Lo dijo con el rigor documentado de una crónica, al padre Benito, su director espiritual, después de 32 días en carta del 22 de octubre de 1918. Este le había requerido que lo dijese "exactamente y punto por punto, todo y por Santa obediencia" 



"Estaba en la mañana del 20 del mes pasado en el coro, después de haber celebrado la Santa Misa, cuando me sentí sobrecogido por una quietud, semejante a un dulce sueño. Todos los sentidos interiores y exteriores, lo mismo que las facultades del alma, se encontraron en una quietud indescriptible. En todo esto hubo un silencio total en torno a mí y dentro de mí. De pronto me penetró una gran paz y abandono ante la privacion completa de todas las cosas y un descanso en ese mismo despojo. Todo esto sucedió en un instante. Y mientras todo esto se estaba realizando, vi delante un misterioso personaje, semejante al que había visto la tarde del 5 de agosto, que solamente se diferenciaba en esto: que tenía las manos los pies y el costado manando sangre. 

Su vista me causo terror. 
No acertaría a decir lo que en aquel momento sentí. Me sentía morir y hubiera muerto si el Señor no hubiese intervenido para sustentar el corazón que yo no sentía latir en el pecho" 

El informe continúa describiendo los efectos de la dolorosa visión: "la visita del personaje se fue y yo me di cuenta de que las manos, pies y costado estaban traspasados y manaban sangre. Imagínese el tormento que padecí entonces" 

Aquel 20 de septiembre era viernes, el día en que crucificaron al Señor. Todo aquello ocurrió entre las 9 y las 10 de la mañana... 

En otra ocasión P. Pío narra: 

"Todo mi interior destila sangre y muchas veces los ojos se ven obligados a resignarse viéndola correr incluso por fuera". Recordando al personaje del 5 de agosto y del 20 de septiembre, el Padre Pío asegura que "aquel prosigue su obra sin descanso, con superlativo tormento del alma. Siento en mi interior un constante rumor, semejante a una cascada, que mana siempre sangre" 

Por tanto tenemos sangre que corre. Del costado brotaba ya desde el 5 de agosto. De manos y pies desde el 20 de septiembre. 

Una vez recibidos los estigmas el fraile se había arrastrado desde el coro a la cerda número 5, dejando por el pasillo manchas de sangre y sintiendo sobre el pecho la túnica humedecida de sangre. Entre las cuatro paredes de su celda creemos que trataría de contener la hemorragia en cuanto pudiese, vendando manos y pies y colocando paños absorbentes sobre la herida del pecho. 

En la carta del 17 de octubre de 1918, grita: "¡Ay! cese en mí este tormento, esta condena, esta humillación, esta confusión. No me alcanza el ánimo para poder y saber resistir". 

En la carta del 22 de octubre de 1918, después de haber escrito que "el tormento" experimentado en la estigmatización lo siente "de continuo, casi todos los días", añade: "La herida del corazón mana constantemente sangre, sobre todo desde el jueves por la tarde hasta el sábado... Muero de dolor por el tormento y por la confusión consiguiente, que siento en lo íntimo del alma. Temo morir desangrado, si el señor no escucha los gemidos de mi pobre corazón y no aparta de mí este fenómeno".

Las señales externas, justamente porque no fueron deseadas y mucho menos provocadas, le causaban confusión. Al manifestar su propia crucifixión, el estigmatizado confiesa que se siente confundido y humillado, hasta el punto de gritar para verse libre de las señales exteriores que le confunden y humillan, sin que por eso quiera verse privado del sufrimiento interior. 

En la misma carta insiste, dirigiéndose a Dios: "Justo es el castigo y recto tu juicio, pero al fin ten misericordia". En una "tan dura y cruel amargura" pide al padre Benito una palabra de aliento. 

"El P. Pío de Pietrelcina, un crucificado sin cruz" 
Fernando da Riese Pio X. (pp. 91-97)

martes, 14 de agosto de 2018

LA PRIMERA ESTIGMATIZACIÓN DE PADRE PÍO

BAJO EL OLMO DE LA PIANA ROMANA

En Piana Romana, horizontes abiertos y Aires sanos de los campos, el Padre Pío se pasa gran parte del día y en verano también la noche. Se sienta a la sombra de un olmo para rezar el breviario y continuar luego en oración. 

Desde niño la sombra de aquel Olmo había sido testigo de muchas de sus oraciones y de sus penas. Los suyos "sospechaban que algo extraño ocurría debajo de aquel Olmo". Allí habían comenzado pruebas y combates del alma, los ataques y las molestias del enemigo. Es un nuevo motivo de que se sienta atraído por aquel olmo, que le recordaba tantas victorias.

En la estación veraniega, le confía el Padre Pío al Padre Rafael de San Elías en Pianisi: "Iba siempre al campo de Piana Romana, y los míos tíos y primos me levantaron una cabaña de paja arrimada a aquel árbol. Era allí donde me pasaba días y noches al fresco, respirando aire puro y sano. En aquella cabaña que para mí había llegado a ser una verdadera capilla, hacía todas mis prácticas piadosas y en ella ahora va día y noche" La cabaña cabe el olmo sigue siendo testigo de visiones diabólicas.

En abril de 1951 aludiendo a esta cabaña confesara Padre Pío: "nadie sabe lo que allí ocurría de noche" y hacía con la mano señales de estar apaleando.

Bajo aquel Olmo en 1910 el Padre Pío se percata de unos extraños dolores en las palmas de las manos y en los pies y se lo comunica un año más tarde a su director espiritual, el Padre Benito; la tardanza era debida a aquella "maldita vergüenza" en carta del 8 de septiembre de 1911, porque el fenómeno se había repetido la tarde anterior. "En medio de la palma de la mano se me ha presentado una mancha roja de la extensión de un céntimo, acompañada también de un dolor fuerte y agudo en medio de aquel rojo. Este dolor era más sensible en medio de la mano izquierda, tanto que todavía perdura. También bajo los pies siento un poco de dolor" este fenómeno que parece que el paciente declara no saber "ni explicar ni comprender", se repite en marzo de 1912 "desde el jueves por la tarde hasta el sábado, como también el martes, se da a mí una tragedia dolorosa: el corazón, las manos y los pies me parece como si los atravesará una espada. Tan grande es el dolor que siento"


"P. Pío de Pietrelcina un crucificado sin cruz". Fernando Da Riese Pio X. (P 57, 58)

viernes, 10 de agosto de 2018

LA MISA DE PADRE PÍO

EL MISTERIO DE LA CELEBRACIÓN DE LA MISA EN PADRE PÍO

“Hagamos lo que siempre hemos hecho, lo que han hecho nuestros padres”
San Pío de Pietrelcina

San Pío de Pietrelcina solía repetir: “El mundo podría quedarse incluso sin sol, pero no sin la Santa Misa”. A los sacerdotes enseñaba a dividir el día en dos partes: la primera, dedicada a la preparación del divino sacrificio y la segunda como acción de gracias.

Muchos testigos han dicho que su Misa era un “misterio”. El filósofo Jean Guitton, impresionado por la manera de celebrar del capuchino estigmatizado, dijo: “Procedía en la celebración con cada vez más sufrimiento y, cuando llegó al comienzo del Canon, se paró como ante una escalada inverosímil, una cita amorosa dolorosa y a la vez radiante, un misterio inexpresable, un misterio que podía provocar la muerte. La mirada que lanzaba hacía lo alto, después de la consagración, reflejaba todo esto. Me decía a mí mismo que quizá fuera el único sacerdote estigmatizado en acto, mientras que todos los otros lo son en potencia”.

En uno de los cuadernos del diario que el Padre Pío escribió durante la primera persecución puesta en marcha por la Jerarquía de la Iglesia, entre finales de los años 20 y comienzo de los 30, el fraile de Pietrelcina explica qué es la Misa por boca del mismo Jesucristo:

“Pensad que el sacerdote que me llama entre sus manos tiene un poder que ni a mi madre concedí. Reflexionad que si sirviesen al sacerdote, en vez que un sacristán, los más excelsos serafines, no serían suficientemente dignos de estarles cerca. Domándoos si, considerando la preciosidad del dono que os hago, es digno asistir a Misa pensando en otra cosa en vez que en Mí. Más bien sería justo que, humillados y agradecidos, palpitarais alrededor mío y, con toda el alma, me ofrecierais al Padre de las Misericordias; más bien sería justo considerar el altar no por lo que han hecho los hombres, sino por lo que vale, por mi presencia mística, pero real. Mirad la Hostia, en la que cada especie es aniquilada, y me veréis a Mí, humillado por vosotros. Mirad el Cáliz en el que mi sangre vuelve a la tierra, rica como es de toda bendición. Ofrecedme, ofrecedme al Padre. No olvidéis que para esto Yo vuelvo entre vosotros.

Si os dijeran: ‘Vámonos a Palestina para conocer los santos lugares en los que Jesús vivió y donde murió’ vuestro corazón daría un vuelco ¿verdad? Sin embargo, el altar sobre el que bajo ahora es más que Palestina, porque de ella partí hace veinte siglos y sobre el altar Yo retorno todos los días vivo, verdadero, real, si bien escondido, pero soy Yo, propio Yo que palpito entre las manos de mi ministro. Yo vuelvo a vosotros, no simbólicamente, oh no, sino verdaderamente. Os lo digo una vez más: verdaderamente. […]

¡Getsemaní, Calvario, Altar! Tres lugares de los que el último, el Altar, es la suma del primero y del segundo; son tres lugares, pero uno sólo es Aquél que encontrareis ahí. […]

Yo vuelvo sobre el Altar santo desde el cual os llamo. Llevad vuestros corazones sobre el corporal santo que sujeta mi Cuerpo. Hundíos, almas dilectas, en aquel Cáliz divino que contiene mi Sangre. Es ahí que el amor estrechará a vuestros espíritus al mismo Creador, al Redentor, a vuestra Víctima; es ahí donde celebraréis mi gloria en la humillación infinita de Mí mismo. Venid al Altar, miradme a Mí, pensad intensamente en Mí…”

Entonces, si la iglesia hospeda el lugar santo por excelencia, el Sancta Sanctorum del Nuevo Testamento en el que se suman Getsemaní y Calvario, lo más lógico es que entremos en él con el débito respeto. San Pío de Pietrelcina daba a sus hijas espirituales las siguientes indicaciones:

“Entra en la iglesia en silencio y con gran respeto, considerándote indigna de presentarse ante la majestad del Señor. Entre las devotas consideraciones, piensa que nuestra alma es templo de Dios y, en cuanto tal, tenemos que conservarla pura y limpia delante de Dios y de sus ángeles. Luego toma agua bendita y, lentamente, santíguate considerando que ése es el signo de nuestra redención: la señal de la cruz. En cuanto veas a Dios sacramentado haz devotamente una genuflexión arrodillándote hasta el suelo. Primero salúdale a Él, a tu Señor —vivo y verdadero en el tabernáculo—, y luego a la Virgen y a los santos.

Encontrado el asiento, arrodíllate y concede a Jesús sacramentado el tributo de tu oración y de tu adoración. Confíale todas tus necesitadas y también las de los demás, háblale con abandono filial, ábrele libremente tu corazón y déjale plena libertad de actuar en ti como Él quera.

Asistiendo a la Santa Misa y a las funciones sacras, procura moverte con mucha gravedad en el levantarte, en el arrodillarte, en el asentarte, y lleva a cabo cada acto religioso con la más grande de las devociones. Sé modesta en las miradas, no gires la cabeza de un lado u otro para ver quién entra o sale; no te rías, sino demuestra reverencia hacia el lugar santo y también consideración para quién esté sentado a tu lado. Ten cuidado de no pronunciar palabra con nadie, a menos que la caridad no te obligue o una imprescindible necesidad lo exija.

En las oraciones en común, pronuncia distintamente las palabras de la oración, haz bien las pausas, no utilices un tono de voz alto, no te apresures nunca, sigue el ritmo del sacerdote que conduce y de los demás.

En resumen, compórtate de tal manera que los presentes se queden edificados y, gracias a tu actitud, se sientan impulsados a glorificar y amar al Padre celestial.

Cuando salgas de la iglesia mantén una postura recogida y calma: saluda primeramente a Jesús sacramentado, pidiéndole perdón por las faltas cometidas ante Su divina presencia y no te despidas de Él si antes no le hayas pedido y de Él recibido la paternal bendición.

Salida ya de la iglesia, muéstrate tal cual debería ser un discípulo del Nazareno”.

Nunca como hoy día deben ser conocidas y practicas estas enseñanzas y estos consejos del más grande místico del siglo XX, del primer sacerdote estigmatizado de la historia, el cual, como dijo Juan Pablo II, “era imagen viva del Cristo doliente y resucitado”.

María Teresa Moretti

domingo, 5 de agosto de 2018

LA TRANSVERBERACIÓN EN PADRE PÍO


LA TRANSVERBERACION EN PADRE PÍO EL 5 DE AGOSTO DE 1918

La transverberación es llamada por algunos el “asalto del Serafín”. Y los entendidos la describen como una gracia santificadora por la que el alma, abrasada por el amor de Dios, es interiormente asaltada por un serafín, el cual, quemándola, la traspasa hasta el fondo con un dardo de fuego, y el alma es invadida por una suavidad deliciosísima.

El Padre Pío recibió esta gracia en la tarde del 5 de agosto de 1918, en su celda del convento capuchino de San Giovanni Rotondo. En la carta que días más tarde, el 21 de agosto, envió a su Director espiritual, el padre Benedicto de San Marco in Lamis, escribió así:
“Por obediencia me decido a manifestarle lo que su­cedió en mí desde el día cinco por la tarde, y se prolongó durante todo el seis del corriente mes de agosto.

Transverberación del Padre Pío:

"No soy capaz de decirle exactamente lo que pasó a lo largo de este tiempo de superlativo martirio. Me halla­ba confesando a nuestros seráficos la tarde del cinco, cuando de repente me llené de un espantoso terror ante la visión de un personaje celeste que se me presenta ante los ojos de la mente. Tenía en la mano una especie de dardo, semejante a una larguísima lanza de hierro, con una punta muy afilada y parecía como si de esa punta saliese fuego. Ver esto y observar que aquel per­sonaje arrojaba con toda violencia el dardo sobre mi alma fue todo uno. A duras penas exhalé un gemido, me parecía morir. Le dije al seráfico que se marchase, porque me sentía mal y no me encontraba con fuerzas para continuar.
Este martirio duró sin interrupción hasta la mañana del día siete. No sabría decir cuánto sufrí en este perio­do tan luctuoso. Sentía también las entrañas como arran­cadas y desgarradas por aquel instrumento, mientras todo quedaba sometido a hierro y fuego. Desde aquel día estoy herido de muerte. Siento en lo más íntimo del alma una herida siempre abierta, que me causa continuamente un sufrimiento atroz”.


Como conclusión de este estremecedor relato, el Padre Pío pregunta: “¿No es éste un nuevo castigo infligido por la justicia divina?”.

Y en la respuesta, clara y certera, del padre Benedicto: “Todo lo que ocurre en ti es efecto del amor, es prueba, es vocación a corredimir y, por tanto, es fuente de gloria”

viernes, 8 de junio de 2018

MES DEL CORAZÓN DE JESÚS

PARA REZAR ESTE MES DE JUNIO


En los momentos de sufrimiento más agudo, el Padre Pío saboreaba delicias indescriptibles que tenían, como única fuente, el Corazón Sacratísimo de Jesús.
En relación a esto, escribía al padre Benedicto de San Marco in Lamis: «Jesús no deja, de cuando en cuando, de endulzar mis sufrimientos de otro modo: hablándome al corazón. Oh sí, padre mío, ¡qué bueno es Jesús conmigo! Qué momentos tan preciosos son éstos; es una felicidad que no sé a qué compararla; es una felicidad que el Señor me hace gustar casi exclusivamente en los sufrimientos. En estos momentos, más que en ningún otro, todo lo del mundo me hastía y me pesa, nada deseo fuera de amar y sufrir. Sí, padre mío, también en medio de tantos sufrimientos soy feliz, porque me parece sentir que mi corazón palpita con el de Jesús» (Epist. I,197).

Especialmente para rezar en el mes de Junio:

Por la señal de la santa cruz…



Oración preparatoria:

Dios mío, me postro ante vuestra soberana presencia; yo os adoro en unión de vuestro Santísimo Hijo y deseo unir mi corazón al suyo, para ofreceros una oración pura y agradable a vuestros divinos ojos. Y Vos, Virgen Santísima, Angel de mi guarda y santos de mi devoción, interceded por mí, a fin de que pueda meditar las excelencias del amor de Cristo. Amén.

Deprecaciones:

Oh Corazón amorosísimo de Jesús, por vuestra herida preciosa, abierta para dar paso a las llamas de vuestro inmenso amor, haced que el incendio de la caridad purifique nuestros corazones de la inmundicia del pecado. Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oh Corazón sacratísimo de Jesús, por vuestra corona de espinas que os atormentó con las puntas crueles de nuestros pecados, alcanzadnos un santo y sincero arrepentimiento de nuestras culpas. Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oh Corazón dulcísimo de Jesús, por vuestra cruz, plantada como árbol frondoso alimentado por la sangre divina, signo de vuestro ardiente deseo de ser crucificado, concedednos una entera resignación a los designios de la Providencia Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Acto de Consagración:

¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús, Rey de amor! Por mediación de vuestra Madre y Madre mía la Santísima Virgen María, acepto muy gustoso el pacto que Vos me proponéis de cuidar Vos de mí y de mis cosas y cuidar yo de Vos y de vuestra gloria.

Todo lo mío lo pongo en vuestras manos: mi familia, negocios, y ocupaciones todas; mi cuerpo con sus sentidos, salud y vida; mi alma con sus potencias, virtudes y méritos; mi propia salvación y santificación. Cuidad Vos de mí.

Yo en cambio cuidaré de Vos: de glorificaros cuanto pueda. Os prometo contribuir con comuniones, misas, rosarios, oraciones y jaculatorias; con la paciencia en sufrir las cruces ordinarias de la vida con el fiel cumplimiento de las obligaciones de mi estado; con la propaganda, con el ejemplo, de palabra y por escrito, a daros toda gloria y reparación que me sea posible. Quiero extender por todo el mundo vuestro Reinado de Amor. Hacedme perfectísimo amante y apóstol de vuestro amantísimo Corazón.

Amén.

Todo sea por Vos, Corazón sacratísimo de Jesús

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Corazón de María sed nuestra salvación.

sábado, 12 de mayo de 2018

HASTA SIEMPRE OBISPO MICHELE

VÍDEO HOMENAJE A MONS. MICHELE CASTORO

Con este vídeo homenaje desde nuestro Grupo de Oración, queremos recordar la figura de quien ha sido Director General de la Asociación Internacional de los Grupos de Oración de Padre Pío, Obispo Michele Castoro, fallecido este pasado día 5 de mayo.

Querido Obispo Michele, ruegue al Padre por toda esta gran la familia de Grupos de Padre Pío, nosotros desde aquí le recordamos y rezamos por su eterno descanso.
La Celebración de la Misa de Exequias fue presidida este pasado lunes día 7 de mayo en San Giovanni Rotondo, por el Secretario de Estado del Vaticano, Mons. Pietro Parolin, enviado por el Papa Francisco.

Descanse en la Paz del Señor. Hasta siempre Obispo Michele

sábado, 17 de marzo de 2018

VISITA PASTORAL DEL PAPA FRANCISCO A PIETRELCINA Y SAN GIOVANNI ROTONDO

En el centenario de la aparición de los estigmas y 50 aniversaro de la muerte de san Pío de Pietrelcina.
Homilía del Santo Padre

De las lecturas bíblicas que hemos escuchado, quisiera tomar tres palabras: oración, pequeñez, sabiduría.

Oración. El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús que reza. De su corazón fluyen estas palabras: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra …” (Mt 11:25). Para Jesús, la oración surgía espontáneamente, pero no era un optional: solía retirarse a lugares desiertos para rezar (véase Mc 1,35); el diálogo con el Padre ocupaba el primer lugar. Y los discípulos descubrieron así, de manera natural, lo importante que era la oración, hasta que un día le preguntaron: “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11, 1). Si queremos imitar a Jesús, comencemos desde donde comenzaba Él, es decir, desde la oración.
Podemos preguntarnos: ¿Nosotros, los cristianos rezamos lo suficiente? A menudo, en el momento de rezar, nos vienen a la mente tantas excusas, tantas cosas urgentes por hacer … Otras veces, se deja de lado la oración porque somos presa de un activismo que no concluye en nada cuando se olvida “la parte mejor ” (Lc) 10.42), cuando olvidamos que sin Él no podemos hacer nada (véase Jn 15, 5) y dejamos de lado la oración.San Pío, cincuenta años después de su partida al Cielo, nos ayuda, porque quiso dejarnos en herencia la oración. Recomendaba: “Rezad mucho, hijos míos, rezad siempre, sin cansaos nunca” .(Palabras en la II Conferencia Internacional de Grupos de Oración, 5 de mayo de 1966).

Jesús en el Evangelio también nos muestra cómo orar. En primer lugar dice: “Te bendigo, Padre”; no empieza diciendo “necesito esto y aquello”, sino diciendo “Te bendigo”. No conocemos al Padre sin abrirnos a la alabanza, sin dedicarle tiempo solo a Él, sin adorar. ¡Cuánto nos hemos olvidado de la oración de adoración, de la oración de alabanza! Tenemos que reanudarla. Cada uno puede preguntarse ¿Cómo adoro yo? ¿Cuándo adoro yo? ¿Cuándo adoro a Dios? Reanudar la oración de adoración y de alabanza. Es el contacto personal, de tú a tú, el estar en silencio ante el Señor el secreto para entrar cada vez más en comunión con Él. La oración puede nacer como una petición, incluso de intervención urgente, pero madura en la alabanza y en la adoración. Oración madura. Entonces se vuelve verdaderamente personal, como para Jesús, que luego dialoga libremente con el Padre: “Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito” (Mt 11,26). Y así, en un diálogo libre y confiado, la oración se carga de toda la vida y la presenta ante Dios.
Entonces preguntémonos: ¿nuestras oraciones se parecen a las de Jesús o se reducen a llamadas de emergencia ocasionales? “ Necesito esto”, y entonces voy corriendo a rezar. Y cuando no lo necesitas ¿qué haces? ¿O las usamos como tranquilizantes que deben tomarse en dosis regulares para aliviar el estrés? No, la oración es un gesto de amor, es estar con Dios y llevarle la vida del mundo: es una obra indispensable de misericordia espiritual. Y si nosotros no confiamos los hermanos, las situaciones al Señor, ¿quién lo hará? ¿Quién intercederá, quién se preocupará de llamar al corazón de Dios para abrir la puerta de la misericordia a la humanidad necesitada? Para ello el Padre Pio nos dejó los grupos de oración. Y les dijo: “Es la oración, esta fuerza unida de todas las almas buenas, la que mueve el mundo, que renueva las conciencias, […] que sana a los enfermos, que santifica el trabajo, que eleva la atención médica, que da fuerza moral […], que difunde la sonrisa y la bendición de Dios sobre cada languidez y debilidad “(ibid.). Custodiemos estas palabras y preguntémonos de nuevo: ¿rezo? Y cuando rezo, ¿sé alabar, sé adorar, sé llevar mi vida y la de toda la gente ante Dios?

Segunda palabra: Pequeñez. En el Evangelio, Jesús alaba al Padre porque ha revelado los misterios de su Reino a los pequeños. ¿Quiénes son estos pequeños, que saben cómo acoger los secretos de Dios? Los pequeños son aquellos que necesitan a los grandes, que no son autosuficientes, que no creen que pueden bastarse a sí mismos. Pequeños son aquellos que tienen el corazón humilde y abierto, pobre y necesitado, que sienten la necesidad de orar, de confiarse y de dejarse acompañar. El corazón de estos pequeños es como una antena, capta la señal de Dios, inmediatamente, se da cuenta enseguida. Porque Dios busca el contacto con todos, pero el que se hace grande crea una interferencia enorme, no llega el deseo de Dios: Cuando uno está lleno de sí mismo, no hay lugar para Dios. Por lo tanto, Él prefiere a los pequeños, se revela a ellos, y la forma de encontrarse con Él es abajarse, encogerse dentro, reconocerse necesitado. El misterio de Jesucristo es misterio de pequeñez: Él se abajó, se aniquiló. El misterio de Jesús como vemos en la hostia en cada misa, es un misterio de pequeñez: de amor humilde, y solo se puede comprender siendo pequeño y frecuentando a los pequeños.
Y ahora podemos preguntarnos: ¿sabemos cómo buscar a Dios allí dónde está? Aquí hay un santuario especial donde está presente, porque hay tantos de los pequeños que Él prefiere. San Pío lo llamó ” templo de oración y ciencia”, donde todos están llamados a ser “reservas de amor” para los demás (Discurso por el 1er aniversario de la inauguración, 5 de mayo de 1957): es la Casa Sollievo della Sofferenza. En el enfermo se encuentra Jesús, y en el amoroso cuidado de aquellos que se inclinan sobre las heridas del prójimo, está el camino para encontrar a Jesús. Quien cuida a los niños está del lado de Dios y vence a la cultura del descarte, que, por el contrario, prefiere a los poderosos y considera inútiles a los pobres. Los que prefieren a los pequeños proclaman una profecía de vida contra los profetas de muerte de todos los tiempos, también de hoy, que descartan a la gente, descartan a los niños, a los ancianos, porque no sirven. De pequeño, en la escuela, nos enseñaban la historia de los espartanos. A mí siempre me llamaba la atención lo que nos decía la maestra, que cuando nacía un niño o una niña con malformaciones lo llevaban a la cima del monte y lo arrojaban desde allí para que no hubiera niños como ellos. Nosotros, los niños, decíamos : “¡Pero que crueldad!”. Hermanos y hermanas, nosotros hacemos lo mismo, con más crueldad, con más ciencia. Lo que no sirve, lo que no produce, se descarta. Esta es la cultura del descarte; hoy no se quiere a los pequeños. Por eso Jesús se deja de lado.

Finalmente, la tercera palabra. En la primera lectura, Dios dice: “No se jacten los sabios de su sabiduría, no se jacte el fuerte de su fuerza” (Jer 9:22). La verdadera sabiduría no estriba en tener grandes cualidades y la verdadera fuerza no está en la potencia. Los que se muestran fuertes y los que responden al mal con el mal no son sabios. La única arma sabia e invencible es la caridad animada por la fe, porque tiene el poder de desarmar a las fuerzas del mal. San Pío luchó contra el mal durante toda su vida y luchó con sabiduría, como el Señor: con humildad, con obediencia, con la cruz, ofreciendo el dolor por amor. Y todos están admirados; pero pocos hacen lo mismo. Todos hablan bien, pero ¿cuántos imitan? Muchos están dispuestos a poner un “me gusta” en la página de los grandes santos, pero ¿quién hace cómo ellos? Porque la vida cristiana no es un “me gusta”;es un “me doy”. La vida perfuma cuando se ofrece como un don; se vuelve insípido cuando se guarda para uno mismo.

Yen la primera lectura, Dios también explica de dónde sacar la sabiduría de la vida: “El que quiere gloriarse, que se gloríe […] de conocerme” (v.23). Conocerle, es decir encontrarlo, como Dios que salva y perdona: este es el camino de la sabiduría. En el Evangelio, Jesús reafirma: “Venid a mí todos los que estáis cansados ​​y oprimidos” (Mt 11,28). ¿Quién de nosotros puede sentirse excluido de la invitación? ¿Quién puede decir: “No lo necesito”? San Pío ofreció su vida y sus innumerables sufrimientos para hacer que los hermanos se encontrasen con el Señor. Y el medio decisivo para encontrarlo era la Confesión, el sacramento de la Reconciliación. Allí comienza y recomienza una vida sabia, amada y perdonada, allí comienza la curación del corazón. El Padre Pio fue un apóstol del confesionario. También hoy nos invita allí; él nos dice: “¿Dónde vas? ¿Dónde Jesús o dónde tu tristeza? ¿A dónde vuelves? ¿A quién te salva o a tu abatimiento, a tus remordimientos, a tus pecados? Ven, ven, el Señor te está esperando. Coraje, no existe un motivo tan grave como para excluirte de su misericordia “.
Los grupos de oración, los enfermos de la Casa Sollievo, el confesionario; tres signos visibles que nos recuerdan tres preciosos legados: la oración, la pequeñez y la sabiduría de la vida. Pidamos la gracia de cultivarlos todos los días.

sábado, 17 de febrero de 2018

CUARESMA CAMINO HACIA LA PASCUA

REFLEXIÓN DEL P. GUSTAVO SEIVANE, 
Asistente espiritual de los Grupos de Oraciòn de Padre Pio en Argentina, designado por la Conferencia Episcopal.
Hay Tentador. Y el Tentador no duerme, antes, nos enseña el Apóstol Pedro, ronda “como león rugiente buscando a quien devorar”.

Y porque hay Tentador hay tentaciones. El Tentador, procura desviarnos, apartarnos de Dios, arrebatarnos la felicidad en Cristo, ensuciarnos, bestializarnos, entibiarnos, volvernos indignos, superficiales, enemigos de la razón y de la belleza. Nos quiere laboriosos constructores de un mundo sin metas trascendentes, amigos de la confusión y el error, del olvido de Cristo y de su obra redentora.

San Pablo lo llama al adversario “dios de este mundo”, y Nuestro Señor Jesucristo lo declara“Príncipe de este mundo”. Príncipe porque en el principia la rebelión contra el Dios verdadero y Trascendente, y “dios”porque su inicial intención es la de imperar en este mundo, dominando, y esclavizando a la raza humana. Incitando a la insurrección, al alzamiento, a la indiferencia, a la sublevación contra el Señor. Lo mueve el odio a Cristo, y a su Iglesia.

El adversario es experto en el arte del engaño. Y trabaja con sus legiones sin descanso. Promoverá una vida autónoma, al margen de Dios, sin más ley que la del capricho, haciendo pasar lo bueno por malo y lo malo por bueno, rociando de mentiras sus promesas, alejando de la verdad, oscureciendo el más allá, insistiendo en gastar todas las fuerzas para sólo esta vida, negando la Palabra salvadora de Jesús.

Bien lo dijo Pedro: ¿Adónde iremos Señor, sólo tú tienes palabras de Vida eterna”. Y el Señor, Nuestro hermoso Jesucristo, para que nos afirmemos en lo inmutable, nos sigue diciendo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?

Por eso, no se trata de construir puentes para reunirnos con un mundo en el que opera su Príncipe pervertidor, sino de anunciar a Cristo siguiéndolo como camino, Verdad, y Vida, levantando el estandarte de su victoria sobre el mal, siendo signo de contradicción, antes que un integrado políticamente correcto al mundo globalizado.

La cuaresma es un tiempo privilegiado, distinguido, favorable para la purificación que renueva, para la conversión que santifica, para la comprensión de los misterios de Cristo, que son los misterios que nos dieron nueva Vida.

Tiempo de ejercicio. De entrenamiento. De preparación a la Pascua. Pascua que cada año es figura y prenda de la resurrección final, y que celebramos como Iglesia, participando del misterio sacrificial del Señor, que al decir de San Pablo: “Me amó y se entregó por mí”.
Nuestras cuaresmas y semanas santas ya no tiñen de sagrado tono la sociedad, ni culturalmente son atendidas como antaño. Aún entre católicos se ha ido perdiendo el santo recogimiento, la conciencia de la gloria de ser cristianos, y aún el debido y santo respeto que envuelven los Misterios de Cristo y su Redención.

Son fuertes los embates del mundo, los desórdenes que se propagan, las perversiones que se aprueban, los datos que se arrojan masivamente por todos los medios para saquear los principios virtuosos, la fe católica, la belleza como resplandor de lo bueno y verdadero.
¿Quién puede propiciar el relativismo en todos los campos, sino el enemigo de lo absoluto, de lo inmutable, de lo perenne, de lo que ordena, sana, y salva a los hombres?

La Cuaresma llega para que oremos más, y hagamos mejores exámenes de conciencia, y santa penitencia, y ejerzamos la misericordia, en una dinámica en la que tanto nos vayamos sanando de engaños y vicios, como haciéndonos fuertes en el Señor. Y Cristo será servido, y glorificado entonces. Porque su voluntad es nuestra santificación.

Jesucristo ayunó durante 40 días. Este ayuno, retirado en el desierto, y con la ronda y tentación diabólica sobre él, no es sino una preparación. Jesucristo se preparó para su misión. Se preparó con un ayuno extremo. El ayuno que favorece la hondura de la oración, y la manifestación de la voluntad divina.

Es tentado, porque el adversario duda. Duda porque carece de la ciencia de Dios. Porque no posee la gracia de Dios que permite reconocer a Cristo como el Señor. No está seguro el enemigo. Entonces, husmea. Tienta. Quiere hacerlo pecar, porque tanto sospecha acerca de su divina condición, como desconoce que Cristo es impecable.

El Señor, a pesar, del poderío que muestra el demonio, nos enseña a vencerlo con la Palabra de Dios. “Cristo vence las tres tentaciones con el arma de la Escritura”, dice el Padre Castellani.
Jesucristo no discute con el enemigo. La Verdad no dialoga con el mentiroso. Lo aleja con su humildad. Lo derrota con su Luz.

Querer ser como Dios fue su caída. Y sigue siendo esa su obsesión. Tienta prometiendo dar lo que sólo a Dios pertenece dar. Por eso, miente en sus promesas, y da lo degradado, lo vano, lo corruptible, y aún lo mosntruoso. Lo tienta de soberbia a Jesús. Como hoy tienta a la Humanidad con un paraíso terrenal, globalizado, construido con las solas fuerzas naturales, pero sin Cristo como Señor.

Aprovechemos este tiempo. Es para renovarnos. La Misericordia de Dios quiere hacerlo.
Camino a la Pascua recordamos las palabras de San León Magno:
“Estos días de Cuaresma tienen por fin obtener un aumento en toda nuestra práctica religiosa”. Amén.


El Padre Gustavo Seivane es el Asistente espiritual de los Grupos de Oraciòn de Padre Pio en Argentina, designado por la Conferencia Episcopal.