martes, 20 de febrero de 2024

7° MEDITACIÓN DE CUARESMA

MARTES DE LA I SEMANA DE CUARESMA

ORACIÓN PARA COMENZAR  TODOS LOS DÍAS: 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:  

“Omnipotente Dios y Señor y Padre mío amorisísimo, yo creo que por razón de tu inmensidad estás aquí presente en todo lugar, que estás aquí, dentro de mí, en medio de mi corazón, viendo los más ocultos pensamientos y afectos de mi alma, sin poder esconderme de tus divinos ojos.  Te adoro con la más profunda humildad y reverencia, desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y os pido perdón de todos mis pecados que detesto con toda mi alma, y os pido gracias para hacer con provecho esta meditación que ofrezco a vuestra mayor gloria… ¡Oh Padre eterno! Por Jesús, por María, por José y todos los santos enseñadme a orar para conocerme y conoceros, para amaros siempre y haceros siempre amar. Amén.”  

Se meditan los tres puntos dispuestos para cada día. 

MARTES DE LA I SEMANA DE CUARESMA 

LA AGONIA Y SUDOR DE SANGRE DE CRISTO. 

1.- Y puesto en agonía oraba más prolijamente (1). Era esta una lucha que tenía la parte inferior de la humanidad con la superior, que absolutamente quería y se recetaba a sí misma la muerte. Aprende de aquí a  luchar siempre con la razón y hombre superior contra el inferior, y a negarte aquellas cosas que son propias de lo sensual, y a querer aquellas que sólo dicta la razón. Y esto no lo has de hacer flojamente, sino, si necesario es, con agonía. Aprende también a insistir más en la oración, cuando eres más tentado. Para que te ayude Dios a vencer. 2.- Y se hizo su sudor coma gotas de sangre, que corría hasta la tierra (2). ¡A qué llegó por mi causa Dios! a ser digno de lástima, Enfermedad es mía y, para ser yo curado, suda el Médico. Clamaba la tierra de mí alma venganza por mis pecados, ni yo podía esperar otra cosa. Rocíala Jesús con la sangre de su clemencia, para que clame misericordia (3).  !Misericordia , Dios mio! Había plantado a mi alma como viña suya escogida; más porque se hizo estéril, la riega con su sangre. ¡Oh cuanto me amaste, mi Dios!  ¡Qué mal que te retorno! Tú derramas la sangre, y yo ¿te negare mi sudor? 3.- Se le apareció un ángel del cielo, confortándole (4). Este es el efecto de una prolongada oración. Si estas afligido, persevera en orar, y Dios te enviará como a un ángel la interior consolación. Consolábale, no instruyéndole, sino alabando su fortaleza, sabiduría y obediencia para con su Padre, su caridad para con los hombres, la gloria que de su pasión había de redundar a Dios, la alegría que habían de tener los ángeles, etc. Y ¡con cuanta humildad recibe esto el Criador de la criatura! Aprende a consolar a los afligidos, aun con alabanzas. Aprende a no despreciar con soberbia los obsequios de los menores. 

(1) Matth., 26,  (2) Ibid. (3) Rupert., lib. 12 et Vict. Misericordia. (4) Luc., 22.  

ORACIÓN PARA FINALIZAR  TODOS LOS DÍAS: 

INVOCACIONES AL CORAZÓN DE JESÚS  EN SU PASIÓN. Santa Margarita María de Alacoque:

Humildemente postrado al pie de tu Santa Cruz, te diré con frecuencia, divino Salvador mío, para mover las entrañas de tu misericordia a perdonarme. 

  • Jesús, desconocido y despreciado, R/. Ten piedad de mí. 
  • Jesús, calumniado y perseguido. 
  • Jesús, abandonado de los hombres y tentado. 
  • Jesús, entregado y vendido a vil precio. 
  • Jesús, vituperado, acusado y condenado injustamente. 
  • Jesús, vestido con una túnica de oprobio y de ignominia. 
  • Jesús, abofeteado y burlado. 
  • Jesús, arrastrado con la soga al cuello. 
  • Jesús, azotado hasta la sangre. 
  • Jesús, pospuesto a Barrabas. 
  • Jesús, coronado de espinas y saludado por irrisión. 
  • Jesús, cargado con la Cruz y las maldiciones del pueblo. 
  • Jesús, triste hasta la muerte. 
  • Jesús, pendiente de un infame leño en compañía de dos ladrones. 
  • Jesús, anonadado y confundido delante de los hombres. 
  • Jesús, abrumado de toda clase de dolores. 

¡Oh Buen Jesús! que has querido sufrir una infinidad de oprobios y de humillaciones por mi amor, imprime poderosamente su estima en mi corazón, y hazme desear su práctica. 

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