Antífona de entrada:
«En cuanto a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo» (Gal 6,14).
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
Del evangelio según San Lucas (9, 18-24)
Una vez que Jesús estaba orando solo, lo acompañaban sus discípulos y les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» . Ellos contestaron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros dicen que ha resucitado uno de los antiguos profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro respondió: «El Mesías de Dios». Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Porque decía: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día». Entonces decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará».
De una carta del Padre Pío al padre Benedetto. Epistolario I, pág. 1094.
Yo vi delante de mí un misterioso personaje (…) que tenía las manos, los pies y el costado que manaban sangre. La visión me aterrorizó; lo que sentí en aquel instante en mí, no sabría decirlo. Me sentí morir y habría muerto, si Dios no hubiera intervenido para sustentar mi corazón, que lo sentí saltar del pecho. La vista del personaje desapareció, y me percaté de que mis manos, pies y costado fueron horadados y chorreaban sangre. Imagináis el suplicio que experimenté entonces y que voy experimentando continuamente casi todos los días.
Jaculatoria:
Oh, glorioso San Pío, representante de las llagas de nuestro Señor, ayúdanos a configurarnos, a través de las pruebas cotidianas, con Cristo pobre y crucificado.
Oración:
Oremos. Dios todopoderoso y eterno, que concediste a san Pío, presbítero, la gracia singular de participar en la cruz de tu Hijo, y por su ministerio renovaste las maravillas de tu misericordia, concédenos, por su intercesión, que, asociados siempre a los sufrimientos de Cristo, lleguemos felizmente a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(Se pide la gracia que se desea alcanzar).
Tres Gloria al Padre.
San Pío de Pietrelcina, ruega por nosotros.
A continuación se reza la Novena que el Padre Pío dedicaba al Sagrado Corazón de Jesús, cuyo texto es:
¡Oh, Jesús mío! que dijiste: "en verdad os digo, pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá" He aquí que, confiado en tu Palabra divina llamo, busco y te pido la gracia...
Padre Nuestro, Ave María y Gloria
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío
¡Oh, Jesús mío! que dijiste: "en verdad os digo, todo lo que pidáis a mi Padre en mi Nombre, El os lo concederá" He aquí que, confiado en tu Palabra divina, pido al Eterno Padre en tu Nombre la gracia...
Padre Nuestro, Ave María y Gloria
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío
¡Oh, Jesús mío! que dijiste: "en verdad os digo, los cielos y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán." He aquí que, confiado en la infalibilidad de Tu Palabra divina, te pido la gracia...
Padre Nuestro, Ave María y Gloria
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío
Oh, Sagrado Corazón de Jesús, infinitamente compasivo con los desgraciados, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que te pedimos por medio del Inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre.
San José, padre adoptivo del Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros.
Bendición:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario