domingo, 9 de abril de 2017

VÍA CRUCIS. PRIMERA ESTACIÓN

VÍA CRUCIS 
Meditaciones del S.E.R. Card. Gualtiero Bassetti (Arzobispo de Perugia-Città della Pieve) y del Padre Pío de Pietrelcina 
“Mirarán hacia mi, a quien traspasaron”
La fuente que ha lavado nuestros pecados se convertirá en nosotros en una fuente de agua que brota para la vida eterna. 


Eterno Padre, por la pasión de tu Hijo dilecto has querido revelarnos tu corazón y donarnos tu misericordia. Haz que junto a María su y nuestra Madre, sepamos acoger y custodiar siempre el don del amor. Sea ella, Madre de la Misericordia la que te presente la oración que te elevamos por nosotros y por toda la humanidad, con el fin de que la gracia de este Vía Crucis, una a todo corazón humano y le infunda nueva esperanza, aquella esperanza indefectible que se irradia de la cruz de Cristo. Que vive y reina contigo en unidad con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén


PRIMERA ESTACIÓN; 
Jesús es condenado a muerte. 


Te adoramos Cristo y te bendecimos porque por tu Santa Cruz has redimido al mundo. 

Pilato les decía: “¿pero que mal ha hecho?” Pero ellos gritaron más fuerte: “crucifícale”; Pilato, entonces, queriendo complacer a la multitud les soltó a a Barrabas, lo libera y después de haber hecho azotar a Jesús, lo entregó para que fuera crucificado (Mc 15, 14-15). 

Pilato se encuentra delante de un misterio que no llega a comprender. Busca una solución y llega, quizás por fin, sobre el umbral de la verdad. Pero escoge no cruzarlo. Entre la vida y la verdad escoge la propia vida. La multitud escoge a Barrabas y abandona a Jesús. La multitud quiere la justicia en la tierra y escoge el verdugo, aquel que podría liberarla de la opresión y del yugo de la esclavitud. 

Pero la justicia de Jesús no se termina con una revolución, pasa a través del escándalo de la cruz. 
La multitud y Pilato en realidad están dominados por una sensación interior que abarca a todos los hombres: el miedo. El miedo de perder su propia seguridad, sus propios bienes, la propia vida. Pero Jesús indica otro camino.



De los escritos del Padre Pío: No daremos un paso más en virtud, si no nos esforzamos en vivir una paz santa e inalterable (Ep I, 268,607)


Señor Jesús, ¡Cómo nos sentimos similares a estos personajes, cuánto miedo hay en nuestra vida! Tenemos temor de lo diferente, del extranjero, del inmigrante.

Tenemos temor del futuro, de lo imprevisto, de la miseria. Cuánto miedo en nuestra familia, en los ambientes de trabajo, en nuestra ciudad… Y quizás acaso tenemos aún temor de Dios, aquel temor al juicio divino que nace de la poca fe, del desconocimiento de su corazón, de las dudas sobre su Misericordia. 

Señor Jesús condenado por el miedo de los hombres, libéranos del temor de tu juicio. 

Para que la pena de muerte sea abolida en todos los países del mundo. 

Padre Nuestro.

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