DÍA SÉPTIMO :
Canto: Bendita y alabada sea la hora, en que María Santísima vino en carne mortal a Zaragoza. Por siempre sea bendita y alabada.Director: Venid y honremos a la Santísima Virgen del Pilar
Todos: Ella es virgen Santa, luz hermosa, claro día, Ella se dignó visitar nuestra patria.
D: Cantemos himnos de honor y de alabanza
T: Ella es la gloria de nuestra raza, la alegría de nuestro pueblo, la esperanza del mundo.
D: Honremos su Pilar, faro resplandeciente, rico presente de amor.
T: Su pilar nos preside de día y de noche. En él tenemos puesta nuestra fortaleza y nuestra confianza.
D: Veneremos su santo nombre, el nombre glorioso del Pilar.
T: Ella escogió esta tierra y la santificó para vivir en ella siempre con nosotros.
D: Gloria al Padre...
T: Como era en el principio...
Rezo del Santo Rosario o la lectura propuesta para este día. Canto del Himno y petición personal.
Pueden hacerse las Preces y Oración que se propone cada día, o terminar con las siguientes aclamaciones y Oración del Pilar.
ACLAMACIONES:
D: Tenemos por guía la Columna que nunca faltó delante del pueblo.
T: Ni de día ni de noche.
D: Invocaban al Señor y Él los oía.
T: Desde la Columna de nube hablaba con ellos.
D: Me pondrá en el alto sobre una piedra y luego levantara mi cabeza sobre mis enemigos.
T: Yo estaré allí delante de Ti sobre la Piedra.
D: Corona De Oro sobre su cabeza, adornada con sello de Santidad.
T: Ornamento de gloria, obra primorosa qué cautiva las miradas.
D: Labraste con esmero un monumento en lugar elevado.
T: Una mansión para Ti en la roca.
ORACIÓN DEL PILAR:
D: Ruega por nosotros santa María del Pilar.
T: Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Oremos, Dios todopoderoso y eterno, que en la gloriosa Madre de tu Hijo has concedido una amparo celestial a cuántos la invocan con la secular advocación del Pilar, concédenos, por su intercesión, Fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Canto (himno)
LECTURA PARA EL DIA SÉPTIMO:
Acudamos a la esposa del Señor, acudamos a su Madre, acudamos a su más perfecta esclava. Pues todo esto es María.
¿Y qué es lo que le ofrecemos? ¿Con qué dones le obsequiaremos? ¡Ojalá pudiéramos presentarle lo que en justicia le debemos! Le debemos honor, porque es la Madre de nuestro Señor. Pues quien no honra a la Madre sin duda que deshonra al hijo. La Escritura, en efecto, afirma: Honra a tu padre y a tu madre.
¿Qué es lo qué le diremos, hermanos? ¿Acaso no es nuestra Madre? En verdad, hermanos, ella es nuestra Madre. Por ella hemos nacido no al mundo, sino a Dios.
Como sabéis y creéis, nos encontrábamos todos en el reino de la muerte, en el dominio de la caducidad, en las tinieblas, en la miseria. En el reino de la muerte, porque habíamos perdido al Señor; en el dominio de la caducidad, porque vivíamos en la corrupción; en las tinieblas, porque habíamos perdido la luz de la sabiduría, y, como consecuencia de todo esto, habíamos perecido completamente.
Pero por medio de María hemos nacido de una forma mucho más excelsa que por medio de Eva, ya que por María ha nacido Cristo. En vez de la antigua caducidad, hemos recuperado la novedad de vida; en vez de corrupción, la incorrupción; en vez de las tinieblas, la luz.
María es nuestra Madre, la Madre de nuestra vida, la Madre de nuestra incorrupción, la Madre de nuestra luz. El Apóstol afirma de nuestro Señor: Dios lo ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención.
Ella, pues, que es Madre de Cristo, es también Madre de nuestra sabiduría, Madre de nuestra justicia, Madre de nuestra santificación, Madre de nuestra redención. Por lo tanto, es para nosotros Madre en un sentido mucho más profundo aún que nuestra propia madre según la carne. Porque nuestro nacimiento de María es mucho mejor, pues de ella viene nuestra santidad, nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación, nuestra redención.
Afirma la Escritura: Alabad al Señor en sus santos. Si nuestro Señor debe ser alabado en sus santos, en los que hizo maravillas y prodigios, cuánto más debe ser alabado en María, en la que hizo la mayor de las maravillas, pues él mismo quiso nacer de Ella.
(De los sermones del Beato Elredo, abad)
PRECES:
Los que celebramos el principio de nuestra salvación en la Anunciación del Señor, oremos jubilosos:
¡Interceda por nosotros la santa Madre de Dios!
- - Como la Virgen María recibió con gozo el anuncio del ángel, haz, oh Dios, que nosotros recibamos de buen grado a nuestro Salvador.
- - Tú, que miraste la humillación de tu esclava, acuérdate y compadécete, Padre misericordioso, de todos nosotros.
- - De igual manera que la nueva Eva se sometió a tu Palabra divina, así se haga en nosotros según tu voluntad.
- - Que Santa María socorra a los pobres, ayude a los débiles, consuele a los tristes, ruegue por el pueblo, interceda por el clero y por las vírgenes consagradas al Señor.
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