"El niño celestial les haga escuchar siempre en vuestro corazón todas las santas emociones que me hizo sentir en la bendita noche, cuando fue colocado en un pobre pesebre. Oh, Dios, no sabría cómo expresar todo lo que sentí en el corazón en esta felicísima noche. Sentía mi corazón desbordado de un santo amor hacia nuestro Dios humano."
Padre Pío.
El amor del Padre Pío por el niñito está radicado en la esfera franciscana: Como San Francisco, el Padre sentía una fuerte unión con Cristo pobre. Siempre sobre las huellas del Santo de Asís, el misterio de un Dios que se hace un pequeño niño y se entrega en las manos de la humanidad, llenaba de conmoción al Padre Pío - tanto que prefería esta fiesta a la Pascua - y educaba a sus hijos espirituales a acoger la venida de Dios.
El Padre Pío desde pequeño sentía un amor apasionado por la Navidad y, en la parroquia, junto a los otros niños, cada año, preparaba el pesebre con estatuillas modeladas con arcilla y cajitas de cartón iluminadas con luciérnagas verdaderas. La unión con la fiesta del niño Jesús se intensificó con los años: una vez, luego de una abundante nevada en San Giovanni Rotondo, fue al coro muy temprano a la mañana y, después de abrir la ventana, le dijo a un fraile que pasaba cerca que amaba la nieve porque le recordaba la Navidad, la fiesta de Dios, que, haciéndose hombre, entra en la historia de la humanidad.
Hubo un período en el cual el Padre Pío tuvo que vivir la Navidad bajo las armas. Estamos en 1916 y desde Nápoles le escribe al Padre Agostino: “Jesús ha querido también este año hacerme experimentar la amargura de la soledad de los hermanos”. Sin embargo, contó que la tarde de la vigilia de Navidad, otros sacerdotes como él querían celebrar la Santa Misa, pero la hija del sacristán, por no perder tiempo, concedió solo un breve momento de oración. El Padre Pío y sus amigos sacerdotes encontraron una escalinata interna que llevaba a una capillita y, escondidos durante la noche, celebraron el nacimiento del Niño: uno de ellos, hacía guardia, otro decía la Misa y otro servía en el comedor.
Más de una vez el Niñito se manifestó en los brazos del Padre Pío. El Padre Raffaele de San Elías en Pianisi contó: “Estaba bajando a la Iglesia para la Misa de medianoche de Navidad de 1924. El corredor estaba iluminado por una luz a petróleo. En aquella penumbra, vi que también el Padre Pío había salido de su celda y caminaba muy despacio. Estaba envuelto en un halo de luz y llevaba entre los brazos al Niño Jesús. Me quedé inmóvil, sorprendido, parado en la puerta de mi celda. Me arrodillé. El Padre Pío pasó a mi lado, radiante, y ni cuenta se dio de que era yo el que estaba a apenas dos pasos de él”.
También Lucía Iadanza, su hija espiritual, escribió en su diario un simple episodio acaecido la noche del 24 de diciembre de 1922: “Los frailes habían llevado un gran brasero a la sacristía y muchas personas estaban alrededor calentándose. Recitaban el rosario esperando la Misa. El Padre Pío oraba en medio de nosotros. De pronto, en un halo de luz vi aparecer entre sus brazos al Niño Jesús. El rostro del Padre Pío estaba transfigurado, sus ojos vueltos a esa figura luminosa que tenía entre los brazos, los labios abiertos en una sonrisa sorprendida. Cuando la visión se desvaneció, el Padre Pío, por el modo en que yo lo miraba, se había dado cuenta que yo había visto todo. Se me acercó y me dijo que no hablara con nadie”.
Los hermanos recuerdan que el Padre Pío quería que el pesebre estuviese instalado frente a
su confesionario para poder admirarlo constantemente. En la largas horas de confesión, tenía
siempre la mirada dirigida a la estatuilla del Niño Jesús.
II) Textos útiles
Del Evangelio de Lucas, Lc 2, 8-11 15-20
Y había pastores en la misma tierra, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su ganado. Y he aquí el ángel del Señor vino sobre ellos, y la claridad de Dios los cercó de resplandor; y tuvieron gran temor. Mas el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.
Y aconteció que como los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores dijeron los unos á los otros: Pasemos pues hasta Bethlehem, y veamos esto que ha sucedido, que el Señor nos ha manifestado. Y vinieron apriesa, y hallaron á María, y á José, y al niño acostado en el pesebre. Y viéndolo, hicieron notorio lo que les había sido dicho del niño. Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. Mas María guardaba todas estas cosas, confiriéndolas en su corazón. Y se volvieron los pastores glorificando y alabando á Dios de todas las cosas que habían oído y visto, como les había sido dicho.
Meditación de Padre Pio sobre la Navidad
¡Cuáles y cuántas son, oh cristianos, las enseñanzas que tienen como punto de partida la gruta de Belén! ¡Oh, cómo debe sentirse encendido de amor el corazón de cada uno por el Dios que por nosotros se hizo todo ternura! ¡Oh, cómo deberíamos arder por el deseo de conducir a todo el
mundo a esta humilde gruta, asilo del Rey de los reyes, más grande que el más suntuoso palacio humano, porque es trono y morada de Dios! Roguemos a este Divino Niño que nos revista de humildad, dado que sólo con esta virtud podremos deleitarnos con este misterio lleno de divinas
ternuras. […] Todo esto lo has hecho por amor, nos invitas al amor, sólo nos hablas de amor, no nos das que pruebas de amor.
Oración al Divino Niño recitada por el padre Pío durante el periodo navideño
¡Oh, Divinísimo Espíritu mueve mi corazón para adorar y amar!
Ilumina mi intelecto para contemplar la sublimidad de este gran Misterio de caridad, de un Dios que se hizo Niño.
Enciende mi voluntad para que pueda con ella dar calor al Dios que por mí tiembla sobre la paja.
El Padre Pío desde pequeño sentía un amor apasionado por la Navidad y, en la parroquia, junto a los otros niños, cada año, preparaba el pesebre con estatuillas modeladas con arcilla y cajitas de cartón iluminadas con luciérnagas verdaderas. La unión con la fiesta del niño Jesús se intensificó con los años: una vez, luego de una abundante nevada en San Giovanni Rotondo, fue al coro muy temprano a la mañana y, después de abrir la ventana, le dijo a un fraile que pasaba cerca que amaba la nieve porque le recordaba la Navidad, la fiesta de Dios, que, haciéndose hombre, entra en la historia de la humanidad.
Hubo un período en el cual el Padre Pío tuvo que vivir la Navidad bajo las armas. Estamos en 1916 y desde Nápoles le escribe al Padre Agostino: “Jesús ha querido también este año hacerme experimentar la amargura de la soledad de los hermanos”. Sin embargo, contó que la tarde de la vigilia de Navidad, otros sacerdotes como él querían celebrar la Santa Misa, pero la hija del sacristán, por no perder tiempo, concedió solo un breve momento de oración. El Padre Pío y sus amigos sacerdotes encontraron una escalinata interna que llevaba a una capillita y, escondidos durante la noche, celebraron el nacimiento del Niño: uno de ellos, hacía guardia, otro decía la Misa y otro servía en el comedor.
Más de una vez el Niñito se manifestó en los brazos del Padre Pío. El Padre Raffaele de San Elías en Pianisi contó: “Estaba bajando a la Iglesia para la Misa de medianoche de Navidad de 1924. El corredor estaba iluminado por una luz a petróleo. En aquella penumbra, vi que también el Padre Pío había salido de su celda y caminaba muy despacio. Estaba envuelto en un halo de luz y llevaba entre los brazos al Niño Jesús. Me quedé inmóvil, sorprendido, parado en la puerta de mi celda. Me arrodillé. El Padre Pío pasó a mi lado, radiante, y ni cuenta se dio de que era yo el que estaba a apenas dos pasos de él”.
También Lucía Iadanza, su hija espiritual, escribió en su diario un simple episodio acaecido la noche del 24 de diciembre de 1922: “Los frailes habían llevado un gran brasero a la sacristía y muchas personas estaban alrededor calentándose. Recitaban el rosario esperando la Misa. El Padre Pío oraba en medio de nosotros. De pronto, en un halo de luz vi aparecer entre sus brazos al Niño Jesús. El rostro del Padre Pío estaba transfigurado, sus ojos vueltos a esa figura luminosa que tenía entre los brazos, los labios abiertos en una sonrisa sorprendida. Cuando la visión se desvaneció, el Padre Pío, por el modo en que yo lo miraba, se había dado cuenta que yo había visto todo. Se me acercó y me dijo que no hablara con nadie”.
Los hermanos recuerdan que el Padre Pío quería que el pesebre estuviese instalado frente a
su confesionario para poder admirarlo constantemente. En la largas horas de confesión, tenía
siempre la mirada dirigida a la estatuilla del Niño Jesús.
II) Textos útiles
Del Evangelio de Lucas, Lc 2, 8-11 15-20
Y había pastores en la misma tierra, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su ganado. Y he aquí el ángel del Señor vino sobre ellos, y la claridad de Dios los cercó de resplandor; y tuvieron gran temor. Mas el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.
Y aconteció que como los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores dijeron los unos á los otros: Pasemos pues hasta Bethlehem, y veamos esto que ha sucedido, que el Señor nos ha manifestado. Y vinieron apriesa, y hallaron á María, y á José, y al niño acostado en el pesebre. Y viéndolo, hicieron notorio lo que les había sido dicho del niño. Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. Mas María guardaba todas estas cosas, confiriéndolas en su corazón. Y se volvieron los pastores glorificando y alabando á Dios de todas las cosas que habían oído y visto, como les había sido dicho.
Meditación de Padre Pio sobre la Navidad
¡Cuáles y cuántas son, oh cristianos, las enseñanzas que tienen como punto de partida la gruta de Belén! ¡Oh, cómo debe sentirse encendido de amor el corazón de cada uno por el Dios que por nosotros se hizo todo ternura! ¡Oh, cómo deberíamos arder por el deseo de conducir a todo el
mundo a esta humilde gruta, asilo del Rey de los reyes, más grande que el más suntuoso palacio humano, porque es trono y morada de Dios! Roguemos a este Divino Niño que nos revista de humildad, dado que sólo con esta virtud podremos deleitarnos con este misterio lleno de divinas
ternuras. […] Todo esto lo has hecho por amor, nos invitas al amor, sólo nos hablas de amor, no nos das que pruebas de amor.
Oración al Divino Niño recitada por el padre Pío durante el periodo navideño
¡Oh, Divinísimo Espíritu mueve mi corazón para adorar y amar!
Ilumina mi intelecto para contemplar la sublimidad de este gran Misterio de caridad, de un Dios que se hizo Niño.
Enciende mi voluntad para que pueda con ella dar calor al Dios que por mí tiembla sobre la paja.