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domingo, 18 de febrero de 2024

5° MEDITACIÓN DE CUARESMA

DOMINGO I DE CUARESMA

ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

“Omnipotente Dios y Señor y Padre mío amorisísimo, yo creo que por razón de tu inmensidad estás aquí presente en todo lugar, que estás aquí, dentro de mí, en medio de mi corazón, viendo los más ocultos pensamientos y afectos de mi alma, sin poder esconderme de tus divinos ojos. Te adoro con la más profunda humildad y reverencia, desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y os pido perdón de todos mis pecados que detesto con toda mi alma, y os pido gracias para hacer con provecho esta meditación que ofrezco a vuestra mayor gloria… ¡Oh Padre eterno! Por Jesús, por María, por José y todos los santos enseñadme a orar para conocerme y conoceros, para amaros siempre y haceros siempre amar. Amén.”

Se meditan los tres puntos dispuestos para cada día.

DOMINGO I DE CUARESMA

LA TRISTEZA, TEDIO Y PAVOR DE CRISTO EN EL HUERTO

1.- Empezó a afligirse y estar triste (1). Ni podía temer ni entristecerse, porque verdaderamente era bienaventurado, si no hubiese dado licencia a estos afectos de ocupar el alma. Exceso fue este de caridad, que de su voluntad quiso que fuese afligida aquella parte que no podían atormentar sus contrarios. Las causas de esta tristeza fueron:
1. La viva representación de todos y cada uno de sus tormentos y muerte ignominiosa. Las cosas que había de padecer por partes, todas juntas las padeció su alma en este tiempo. Recogeré yo parabién en un manojo toda su pasión, para tener siempre en mi corazón este hacecillo de mirra. 2. La viva representación de todos los pecados y el corto fruto de su Pasión. Tú, pues, también has sido causa de esta tristeza. Cristo se entristecía por ti, porque tú te holgabas en cosas pésimas. Cuanto deleite te diste a ti, tanto diste a Dios de tormento. ¡Ah! No sea más; no sea que se queje de ti, diciendo: ¿Qué utilidad saco de mi sangre (2)?
2.- Entonces les dice: Triste esta mi alma hasta ponerme de punto de muerte (3). En palabras prorrumpe la fuerza de la tristeza, acaso para buscar algún consuelo, o por ventura para dar muestra de lo que solo estaba oculto en el ánimo, y no podía ser conocido de los Apóstoles. Mi alma, que actualmente goza de la visión beatifica, con quien no puede compadecerse algún dolor, con todo padece una gran tristeza. Asómbrate: Jesucristo para padecer hace milagros sobre la naturaleza. ¡Oh amor! ¡Oh deseo de padecer! Pero, ¿a quienes descubre esta su tristeza? A aquellos mismos que tuvo por compañeros de su transfiguración. Conoce por aquí que a los que da Dios espirituales consuelos, a esos prepara para grandes penas y dolores. Aprende a no solo estar con Cristo en el monte Tabor, sino en el monte Olivete en la agonía.

Sufrid aquí, y velad conmigo (1). Puedes aquí considerar los remedios que puso Cristo a su tristeza. Porque lo primero descubrió esta su aflicción a los discípulos. Parece que se siente alivio en el dolor, si se descubre a un amigo. Tú mismo experimentaras esto, si das cuenta de tus tentaciones al director de tu alma. Como es difícil el remedio para las llagas que se encubren, así es muy fácil para las que se manifiestan. 2. Acogerse a la oración. Estaos quietos aquí mientras Yo voy allí, y oro. No engaña un vicioso amante a la hija de un Rey, si ella confiadamente clama a su padre. El ladrón si es descubierto a voces, luego huye. Si eres tentado, pues, no te vuelvas a las criaturas, sino a Dios.

(1) Matth., 26. (2) Psalm. 29. (3) Mattb., 26

ORACIÓN PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS:

INVOCACIONES AL CORAZÓN DE JESÚS EN SU PASIÓN. 
Santa Margarita María de Alacoque:

Humildemente postrado al pie de tu Santa Cruz, te diré con frecuencia, divino Salvador mío, para mover las entrañas de tu misericordia a perdonarme.

Jesús, desconocido y despreciado, R/. Ten piedad de mí.

Jesús, calumniado y perseguido.

Jesús, abandonado de los hombres y tentado.

Jesús, entregado y vendido a vil precio.

Jesús, vituperado, acusado y condenado injustamente.

Jesús, vestido con una túnica de oprobio y de ignominia.

Jesús, abofeteado y burlado.

Jesús, arrastrado con la soga al cuello.

Jesús, azotado hasta la sangre.

Jesús, pospuesto a Barrabas.

Jesús, coronado de espinas y saludado por irrisión.

Jesús, cargado con la Cruz y las maldiciones del pueblo.

Jesús, triste hasta la muerte.

Jesús, pendiente de un infame leño en compañía de dos ladrones.

Jesús, anonadado y confundido delante de los hombres.

Jesús, abrumado de toda clase de dolores.

¡Oh Buen Jesús! que has querido sufrir una infinidad de oprobios y de humillaciones por mi amor, imprime poderosamente su estima en mi corazón, y hazme desear su práctica.

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