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miércoles, 20 de septiembre de 2023

EL 20 DE SEPTIEMBRE DE 1918

UN DÍA COMO HOY SAN PÍO DE PIETRELCINA RECIBIÓ LOS ESTIGMAS

Si bien, el Padre Pío ya había recibido las llagas del Señor bajo el olmo de Piana Romana al mes de su ordenación sacerdotal en 1810, estas llagas al poco desaparecieron, y no fue hasta el 20 de septiembre de 1918, que el Santo Padre Pío de Pietrelcina recibió los estigmas de Cristo que permanecerían de forma visible y continuada durante 50 años, ya que unas horas antes de morir, la madrugada del 23 de septiembre de 1968, aquellas llagas habían desaparecido.

Un mes después, el 22 de octubre de 1818, padre Pío escribía la siguiente carta a su director espiritual, el padre Benedicto de san Marco in Lamis, (Ep I, p.1092):

Crucifijo del coro, bajo el cual recibió
padre Pío los estigmas, el 20 de septiembre de 1918

"Era la mañana del 20 del pasado mes de septiembre, estando en el coro después de la celebración de la santa misa, cuando me sentí invadido por un reposo semejante a un dulce sueño. Todos los sentidos, internos y externos, y las mismas facultades del alma, se encontraron en una quietud indescriptible. En todo esto reinaba un total silencio en torno a mí y dentro de mí; estando así, de pronto se hizo presente una gran paz y abandono a la completa privación de todo, aceptando la propia destrucción. Todo esto fue instantáneo, como un relámpago.

Y mientras acaecía todo esto, me vi delante de un misterioso personaje, semejante a aquél visto la tarde del 5 de agosto, con la sola diferencia de que en éste las manos y los pies y el costado manaban sangre.

Su vista me aterrorizó; lo que yo sentía en mí en aquel instante, me resulta imposible decírselo. Me sentía morir, y habría muerto si el Señor no hubiera intervenido para sostener el corazón, que yo sentía que se me escapaba del pecho.

Se retira la vista del personaje y yo me vi con que manos, pies y costado estaban atravesados y manaban sangre. Imagine el desgarro que experimenté entonces y que voy experimentando continuamente casi todos los días.

La herida del corazón mana sangre continuamente, sobre todo del jueves por la tarde hasta el sábado. Padre mío, yo muero de dolor por el desgarramiento y la confusión subsiguiente que sufro en lo íntimo del alma. Temo morir desangrado, si el Señor no escucha los gemidos de mi corazón y no retira de mí esta operación. ¿Me concederá esta gracia Jesús, que es tan bueno?

¿Me quitará, al menos, esta confusión que yo experimento por estos signos externos? Alzaré fuerte mi voz a él y no cesaré de conjurarle, para que por su misericordia retire de mí, no el desgarro, no el dolor, porque lo veo imposible y siento que él me quiere embriagar de dolor, sino estos signos externos, que son para mí de una confusión y de una humillación indescriptible e insostenible."

En 1921, tres años después, el mismo Padre Pío también narró la historia sobre cómo aparecieron los estigmas en su cuerpo.

El relato fue escrito por el italiano Francesco Castelli en un libro titulado: "El Padre Pío bajo interrogatorio; La autobiografía secreta."

"El 20 de septiembre de 1918, luego de la celebración de la Misa, mientras estaba en el debido agradecimiento en el Coro, repentinamente fui preso de un temblor; luego me llegó la calma y vi a Nuestro Señor en la actitud de quien está en la cruz, pero no vi si tenía la cruz, lamentándose de la mala correspondencia de los hombres, especialmente de los consagrados a Él que son sus favoritos", dijo el santo según Castelli.

"En esto (continuó el Padre Pío) "se manifestaba que Él sufría y deseaba asociar las almas a su Pasión. Me invitaba a compenetrarme en sus dolores y a meditarlos, y al mismo tiempo ocuparme de la salud de los hermanos. En seguida me sentí lleno de compasión por los dolores del Señor y le pregunté qué podía hacer. Oí esta voz: 'te asocio a mi Pasión'. Y en seguida, desaparecida la visión, he vuelto en mí, en razón, y vi estos signos de los que salía sangre. No los tenía antes".

El relato del Padre Pío se dio en respuesta a algunas de las 142 preguntas, que le hizo Mons. Carlo Raffaelle Rossi en 1921 por encargo del Santo Oficio, un dicasterio vaticano que años después se convertiría en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe.

Mons. Rossi, explica Castelli, también examinó cada una de las heridas del Padre Pío y le preguntó algunos detalles.

El Obispo, que años después se convertiría en cardenal, pudo apreciar cómo la llaga del costado, por ejemplo, "cambiaba frecuentemente de aspecto y en ese momento había asumido una forma triangular, nunca observada antes. Sobre las llagas el Padre Pío me daba respuestas precisas y detalladas explicando además que las llagas de los pies y del costado tenían un aspecto iridiscente".

Tras el examen, el Prelado escribió: “Los estigmas en cuestión no son ni obra del demonio ni un grueso engaño, ni un fraude, ni un arte malicioso o malvado; menos producto de la sugestión externa, ni tampoco las considero efecto de sugestión".

La investigación de Mons. Rossi comenzó el 14 de junio de 1921 y duró ocho días, tras lo cual pudo comprobar que los elementos distintivos "de los verdaderos estigmas se encontrarían en los del Padre Pío".

Además, el Prelado pudo oler un perfume especial que emanaban las heridas, hecho que ayudaba a comprobar el hecho como cierto.

Mons. Rossi escribió también que el Padre Pío era muy gentil; muy amado por sus superiores por ser "gran ejemplo y no murmurador"; dedicaba entre 10 y 12 horas al día a confesar y celebraba Misa "con extraordinaria devoción".

Los estigmas
Los estigmas son las llagas que Cristo sufrió en la crucifixión: dos en los pies, dos en las manos y una en el costado; que han aparecido en algunos místicos.

Si bien los estigmas son heridas, el punto de vista médico difiere con esta definición ya que no cicatrizan, ni siquiera cuando son curados; no se infectan ni se descomponen, no degeneran en necrosis, no tienen mal olor, además de sangrar constante y profusamente.

Los estigmas también son la reproducción exacta de las llagas de Jesús, según los estudios de la Sábana Santa o Síndone, tela que según la tradición habría envuelto el cuerpo de Cristo.

Para reconocer los estigmas como válidos o reales, la Iglesia exige algunas condiciones precisas: deben aparecer todos al mismo tiempo, deben provocar una importante modificación en los tejidos, deben mantenerse inalterados y deben carecer de infecciones o cicatrización.

Fuentes: Aciprensa y Episolario I de san Pío de Pietrelcina.




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