Mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús.
Una devoción que ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia, desde que se meditaba en el costado y el Corazón abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua. De ese Corazón nació la Iglesia, y por ese Corazón se abrieron las puertas del cielo.
El 16 de junio de 1675, Jesús se le apareció a Santa Margarita María de Alacoque, y le mostró su Corazón rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y del interior del mismo salía una cruz.
Santa Margarita escuchó al Señor decir: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres recibo ingratitud, irreverencia y desprecio”. Jesús le pidió a santa Margarita, que la fiesta de su Sagrado Corazón se celebre cada año el viernes siguiente a Corpus Christi, en preparación por la ingratitud de los hombres ante su sacrificio redentor en la Cruz.
Esta correspondencia de amor la demostraron los santos quienes siempre trataban a través de sus obras, palabras e incluso el mismo sufrimiento, unirse cada vez más a Jesús.
Muchos santos como San Pío de Pietrelcina tuvieron especial devoción por el Sagrado Corazón de Jesús.
Santo Padre Pio de Pietrelcina es uno de los más grandes devotos del Sagrado Corazón de Jesús...Uno de los momentos cruciales de su Vida se trata de una de las primeras apariciones que tuvo de Jesús:
Francesco tiene cinco o seis años y es sorprendido en ruego en el pequeño templo del Burgo Castillo, cuando ve aparecer un extraño personaje cerca del altar.
Es el Sagrado Corazón de Jesús que lo mira colmado de cariño, haciéndole seña para que se acercase...
Francesco se dirige lentamente hacia de Él. Sus ojos inocentes y puros se encuentran con los de Jesús. Francesco se arrodilla delante, mientras que Jesús lo bendice poniéndole delicadamente su mano sobre la cabeza.
En este momento íntimo y conmovedor de su infancia, en su corazón es instalado el germen de aquella contemplación divina y puro Amor.
De ahora en adelante Francesco Forgione Vivirá Todo para Jesús.
El amor al Sacratísimo Corazón de Jesús que cultivó el Padre Pío fue inmenso. Su corazón palpitó siempre al unísono con el de Jesús, hasta «fundirse» con él.
El 18 de abril de 1912, el venerado Padre describió este fenómeno místico a su confesor, el padre Agustín de San Marco in Lamis: «Terminada la misa, me entretuve con Jesús para la acción de gracias. ¡Qué suave fue el coloquio que tuve con el paraíso aquella mañana! Fue tal que, aun queriendo decirlo todo, no lo conseguiría; sucedieron cosas que no es posible expresarlas en lenguaje humano sin que pierdan su sentido profundo y celestial. El Corazón de Jesús y el mío, permítame la expresión, se fundieron. No eran ya dos corazones que latían, sino uno solo. Mi corazón había desaparecido, como una gota de agua que se pierde en el mar. Jesús era el paraíso, el rey. La alegría en mí era tan intensa y profunda que no era capaz de más; las lágrimas más deliciosas me llenaban el rostro» (Epist. I,273).
En los momentos en los que el sufrimiento era en él más agudo, el Padre Pío saboreaba delicias indescriptibles que tenían, como única fuente, el Corazón Sacratísimo de Jesús.
En relación a esto, escribía al padre Benedicto de San Marco in Lamis: «Jesús no deja, de cuando en cuando, de endulzar mis sufrimientos de otro modo: hablándome al corazón. Oh sí, padre mío, ¡qué bueno es Jesús conmigo! Qué momentos tan preciosos son éstos; es una felicidad que no sé a qué compararla; es una felicidad que el Señor me hace gustar casi exclusivamente en los sufrimientos. En estos momentos, más que en ningún otro, todo lo del mundo me hastía y me pesa, nada deseo fuera de amar y sufrir. Sí, padre mío, también en medio de tantos sufrimientos soy feliz, porque me parece sentir que mi corazón palpita con el de Jesús» (Epist. I,197).
El 13 de agosto de 1912, viernes, en la iglesia, mientras la acción de gracias de la santa misa, el Padre Pío sintió que «le herían el corazón con un dardo de fuego tan vivo y ardiente» que creyó morir. Al comunicar este fenómeno al padre Agustín, escribió: «Me faltan las palabras apropiadas para hacerle comprender la intensidad de esta llama: soy absolutamente incapaz de expresarlo. ¿Me cree? El alma, víctima de estos consuelos, se vuelve muda. Me parecía que una fuerza invisible me sumergía totalmente en el fuego... Dios mío, ¡qué fuego!, ¡qué dulzura!» (Epist. I,300).
En el corazón del Padre Pío, mejor, «en una parte del mismo», se había formado una llaga mística que hizo prorrumpir en lamentos al afortunado enfermo: «¿Quién, entre los mortales, podrá imaginar hasta qué punto es profunda la herida que se me ha abierto en la parte del corazón?» (Epist. I,641).
Al venerado Padre, «enfermo de corazón», sólo le faltaba el «sello del amor»: la llaga física en el corazón. Y también se le concedió ésta, el mes de diciembre de 1918. El día 20 comunicó al padre Benedicto: «Desde hace unos días noto en mí algo parecido a una lanza de hierro que se alarga, en línea transversal, desde la parte baja del corazón hasta debajo de la espalda, en el lado derecho. Me produce un dolor agudísimo y no me deja un momento de descanso. ¿Qué es esto? (Epist. I,1106).
Era el fenómeno de la transverberación física de su corazón. La herida debió dividir en dos el corazón, de parte a parte, comenzando por la izquierda (abajo) y llegando hasta la derecha (arriba).
(Tomado de LA VIDA DEVOTA DEL PADRE PÍO, de Gerardo di Flumeri)
Quisiera terminar mencionando el gran amor con el cual el Padre Pío oraba por las personas. Muchísimas personas acudían a él pidiendo oraciones para que intercediera por ellos por alguna cosa concreta o para que se pudiera producir algún tipo de milagro. Y siempre que iba a interceder por alguien lo hacía a través de la oración conocida como la Novena eficaz del Sagrado Corazón de Jesús de Santa Margarita María de Alacoque a través de esta oración pronunciada por el Padre Pío, miles de personas experimentaron gracias impresionantes.
A través de esta oración pidamos a Dios la gracia de amar, honrar y venerar al Sagrado Corazón de Jesús del cual solo brota amor para nosotros y que por intercesión del Padre Pío nuestra vida toda aspire a la unión con Jesús, para no querer sino lo que Él quiere, unión de amor, unión de corazón, de espíritu, de obra, uniéndonos a lo que Él hace en nosotros.
Oración al Sagrado Corazón de Jesús:
I.- ¡Oh, Jesús mío!, que dijiste: “En verdad les digo, pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá!”.
He aquí que, confiando en tus santas palabras, yo llamo, busco, y pido la gracia……
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.
II.- ¡Oh, Jesús mío!, que dijiste: “En verdad les digo, pasarán los cielos y la tierra pero mis palabras jamás pasarán”
He ahí que yo, confiando en lo infalible de tus santas palabras pido la gracia……
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.
III.- ¡Oh, Jesús mío!, que dijiste: “En verdad les digo, todo lo que pidáis a mi Padre en mi Nombre, se les concederá”.
He ahí que yo, al Padre Eterno y en tu nombre pido la gracia…….
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.
¡Oh, Sagrado Corazón de Jesús, el cual es imposible no sentir compasión por los infelices, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que pedimos en nombre del Inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre, San José, padre adoptivo del Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros. Amén.
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