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domingo, 5 de agosto de 2018

LA TRANSVERBERACIÓN EN PADRE PÍO


LA TRANSVERBERACION EN PADRE PÍO EL 5 DE AGOSTO DE 1918

La transverberación es llamada por algunos el “asalto del Serafín”. Y los entendidos la describen como una gracia santificadora por la que el alma, abrasada por el amor de Dios, es interiormente asaltada por un serafín, el cual, quemándola, la traspasa hasta el fondo con un dardo de fuego, y el alma es invadida por una suavidad deliciosísima.

El Padre Pío recibió esta gracia en la tarde del 5 de agosto de 1918, en su celda del convento capuchino de San Giovanni Rotondo. En la carta que días más tarde, el 21 de agosto, envió a su Director espiritual, el padre Benedicto de San Marco in Lamis, escribió así:
“Por obediencia me decido a manifestarle lo que su­cedió en mí desde el día cinco por la tarde, y se prolongó durante todo el seis del corriente mes de agosto.

Transverberación del Padre Pío:

"No soy capaz de decirle exactamente lo que pasó a lo largo de este tiempo de superlativo martirio. Me halla­ba confesando a nuestros seráficos la tarde del cinco, cuando de repente me llené de un espantoso terror ante la visión de un personaje celeste que se me presenta ante los ojos de la mente. Tenía en la mano una especie de dardo, semejante a una larguísima lanza de hierro, con una punta muy afilada y parecía como si de esa punta saliese fuego. Ver esto y observar que aquel per­sonaje arrojaba con toda violencia el dardo sobre mi alma fue todo uno. A duras penas exhalé un gemido, me parecía morir. Le dije al seráfico que se marchase, porque me sentía mal y no me encontraba con fuerzas para continuar.
Este martirio duró sin interrupción hasta la mañana del día siete. No sabría decir cuánto sufrí en este perio­do tan luctuoso. Sentía también las entrañas como arran­cadas y desgarradas por aquel instrumento, mientras todo quedaba sometido a hierro y fuego. Desde aquel día estoy herido de muerte. Siento en lo más íntimo del alma una herida siempre abierta, que me causa continuamente un sufrimiento atroz”.


Como conclusión de este estremecedor relato, el Padre Pío pregunta: “¿No es éste un nuevo castigo infligido por la justicia divina?”.

Y en la respuesta, clara y certera, del padre Benedicto: “Todo lo que ocurre en ti es efecto del amor, es prueba, es vocación a corredimir y, por tanto, es fuente de gloria”

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