REFLEXIÓN DEL P. GUSTAVO SEIVANE,
Asistente espiritual de los Grupos de Oraciòn de Padre Pio en Argentina, designado por la Conferencia Episcopal.
Hay Tentador. Y el Tentador no duerme, antes, nos enseña el Apóstol Pedro, ronda “como león rugiente buscando a quien devorar”.
Y porque hay Tentador hay tentaciones. El Tentador, procura desviarnos, apartarnos de Dios, arrebatarnos la felicidad en Cristo, ensuciarnos, bestializarnos, entibiarnos, volvernos indignos, superficiales, enemigos de la razón y de la belleza. Nos quiere laboriosos constructores de un mundo sin metas trascendentes, amigos de la confusión y el error, del olvido de Cristo y de su obra redentora.
San Pablo lo llama al adversario “dios de este mundo”, y Nuestro Señor Jesucristo lo declara“Príncipe de este mundo”. Príncipe porque en el principia la rebelión contra el Dios verdadero y Trascendente, y “dios”porque su inicial intención es la de imperar en este mundo, dominando, y esclavizando a la raza humana. Incitando a la insurrección, al alzamiento, a la indiferencia, a la sublevación contra el Señor. Lo mueve el odio a Cristo, y a su Iglesia.
El adversario es experto en el arte del engaño. Y trabaja con sus legiones sin descanso. Promoverá una vida autónoma, al margen de Dios, sin más ley que la del capricho, haciendo pasar lo bueno por malo y lo malo por bueno, rociando de mentiras sus promesas, alejando de la verdad, oscureciendo el más allá, insistiendo en gastar todas las fuerzas para sólo esta vida, negando la Palabra salvadora de Jesús.
Bien lo dijo Pedro: ¿Adónde iremos Señor, sólo tú tienes palabras de Vida eterna”. Y el Señor, Nuestro hermoso Jesucristo, para que nos afirmemos en lo inmutable, nos sigue diciendo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?
Por eso, no se trata de construir puentes para reunirnos con un mundo en el que opera su Príncipe pervertidor, sino de anunciar a Cristo siguiéndolo como camino, Verdad, y Vida, levantando el estandarte de su victoria sobre el mal, siendo signo de contradicción, antes que un integrado políticamente correcto al mundo globalizado.
La cuaresma es un tiempo privilegiado, distinguido, favorable para la purificación que renueva, para la conversión que santifica, para la comprensión de los misterios de Cristo, que son los misterios que nos dieron nueva Vida.
Tiempo de ejercicio. De entrenamiento. De preparación a la Pascua. Pascua que cada año es figura y prenda de la resurrección final, y que celebramos como Iglesia, participando del misterio sacrificial del Señor, que al decir de San Pablo: “Me amó y se entregó por mí”.
Nuestras cuaresmas y semanas santas ya no tiñen de sagrado tono la sociedad, ni culturalmente son atendidas como antaño. Aún entre católicos se ha ido perdiendo el santo recogimiento, la conciencia de la gloria de ser cristianos, y aún el debido y santo respeto que envuelven los Misterios de Cristo y su Redención.
Son fuertes los embates del mundo, los desórdenes que se propagan, las perversiones que se aprueban, los datos que se arrojan masivamente por todos los medios para saquear los principios virtuosos, la fe católica, la belleza como resplandor de lo bueno y verdadero.
¿Quién puede propiciar el relativismo en todos los campos, sino el enemigo de lo absoluto, de lo inmutable, de lo perenne, de lo que ordena, sana, y salva a los hombres?
La Cuaresma llega para que oremos más, y hagamos mejores exámenes de conciencia, y santa penitencia, y ejerzamos la misericordia, en una dinámica en la que tanto nos vayamos sanando de engaños y vicios, como haciéndonos fuertes en el Señor. Y Cristo será servido, y glorificado entonces. Porque su voluntad es nuestra santificación.
Jesucristo ayunó durante 40 días. Este ayuno, retirado en el desierto, y con la ronda y tentación diabólica sobre él, no es sino una preparación. Jesucristo se preparó para su misión. Se preparó con un ayuno extremo. El ayuno que favorece la hondura de la oración, y la manifestación de la voluntad divina.
Es tentado, porque el adversario duda. Duda porque carece de la ciencia de Dios. Porque no posee la gracia de Dios que permite reconocer a Cristo como el Señor. No está seguro el enemigo. Entonces, husmea. Tienta. Quiere hacerlo pecar, porque tanto sospecha acerca de su divina condición, como desconoce que Cristo es impecable.
El Señor, a pesar, del poderío que muestra el demonio, nos enseña a vencerlo con la Palabra de Dios. “Cristo vence las tres tentaciones con el arma de la Escritura”, dice el Padre Castellani.
Jesucristo no discute con el enemigo. La Verdad no dialoga con el mentiroso. Lo aleja con su humildad. Lo derrota con su Luz.
Querer ser como Dios fue su caída. Y sigue siendo esa su obsesión. Tienta prometiendo dar lo que sólo a Dios pertenece dar. Por eso, miente en sus promesas, y da lo degradado, lo vano, lo corruptible, y aún lo mosntruoso. Lo tienta de soberbia a Jesús. Como hoy tienta a la Humanidad con un paraíso terrenal, globalizado, construido con las solas fuerzas naturales, pero sin Cristo como Señor.
Aprovechemos este tiempo. Es para renovarnos. La Misericordia de Dios quiere hacerlo.
Camino a la Pascua recordamos las palabras de San León Magno:
“Estos días de Cuaresma tienen por fin obtener un aumento en toda nuestra práctica religiosa”. Amén.
El Padre Gustavo Seivane es el Asistente espiritual de los Grupos de Oraciòn de Padre Pio en Argentina, designado por la Conferencia Episcopal.