VII- ESTACIÓN: Jesús cae por segunda vez
Te adoramos Cristo y te bendecimos porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo
Él ha sido herido por nuestra culpa. El fue traspasado, aplastado por nuestra iniquidad. El castigo que nos da salvación ha descendido sobre Él; y por su llaga hemos sido curados. (Is 53, 2-3) Jesús cae ahora aplastado pero no muerto por el peso de la cruz. Aún otra vez el pone al desnudo su humanidad. Es una experiencia en el límite de la impotencia, de vergüenza delante de quien lo desprecia, de humillación delante de quienes habían esperado en Él. Ninguna persona quería más caer a tierra y experimentar el fracaso. Especialmente frente a otra persona. A menudo los hombres se revelan ante la idea de no tener poder, de no tener la capacidad de llevar adelante su propia vida. Jesús, en lugar de ello, encarna “el poder sin poder”. Experimenta el tormento de la cruz y la fuerza salvadora de la fe. Sólo Dios puede salvarnos. Sólo Él pudo transformar un signo de muerte en una cruz gloriosa.
De los escritos del Padre Pío
El alma destinada a reinar con Jesucristo en la gloria eterna debe ser limpiada a golpe de martillo y de cincel, de los que se sirve el Divino Artista para preparar la piedra, es decir, el alma elegida. ¿Cuáles son?, hermana mía, estos golpes de cincel son la sombra, el temor, las tentaciones, las aflicciones del espíritu, los temblores espirituales con cualquier aroma de desolación y también malestar físico. (Ep II, lett 8, p 88).
Señor Jesús que has aceptado la humillación de caer aún bajo los ojos de todos, te queremos no sólo contemplar mientras estás en el polvo, sino fijar nuestra mirada en ti, desde la misma posición, y también nosotros en la tierra, caídos por nuestra debilidad.
Danos la conciencia de nuestro pasado, aquella voluntad de volver a alzarnos que nace del dolor. Da a toda tu Iglesia el conocimiento del sufrimiento. Ofrece en particular a los Ministros de la Reconciliación el don de las lágrimas por su pecado. Cómo pueden invocar sobre si mismos y sobre otros tu misericordia si no saben llorar su culpa primero.
Por cuantos están viviendo un período de desaliento
Padre Nuestro
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